LUNES. Hay algo de nostalgia en volver a Madrid, dejar el nivel del mar, siquiera sea por papeleo. Llegamos a la capital el domingo y ... las calles de nuestra historia, en estas prenavidades, están medio calladas. Sí, hay gente, pero los niños llevan carita de porvenir y las luces de Almeida no son las de De la Torre, y bien que lo siento por Almeida que tenemos amigas comunes. Cambiar el espigón por el sótano da un dolor que no lo calman ni los ansiolíticos ni la lectura. O sí, termino 'La dehesa iluminada' de López Andrada y me vuelve ese olor, esa paz del campo y de la dehesa materna. Porque Los Pedroches son la Galicia sureña. Luego leo a Bellveder y sus 'Estanterías vacías', y aprende uno de fugacidad y de eternidades.
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MARTES. Seguimos de gestiones en Madrid. En el norte feo, en las torres altas. Compro lotería con desesperanza y hay números que evito, aunque toquen. Se trata de que el puñetero año termine lo antes posibles y pueda, como Montano, darme mis paseos metafísicos entre las soledades de Teatinos y las rocas de La Araña: hay kilómetros para pensar y pensarse y nuestro Montano lo sabe.
MIÉRCOLES. Me mandan a un pueblo, Villanueva del Pardillo, a enseñarle a los chavales de Bachillerato cómo se hace una columna. Dentro de la formación que uno tiene, siempre limitada y siempre muy particular, hay adolescentes a los que se les facilita la creatividad. Y en ese instituto, en mitad del piedemonte del Guadarrama, se les favorece. Creo que dejé la enseñanza a tiempo. Una alumna lee su artículo sobre sus nostalgias malagueñas y a la mañana le sale el sol aunque no se ve Abantos, mi pico mítico. De vuelta al sótano, donde viví el confinamiento estricto, paro en lo de Agustín y anda Enrique mendigando que le mande salchichones malagueños, que en Madrid se curan bien, a pesar de todo. Enrique ha vuelto a su amor malagueño, de Huelin, le hablo de un campito en Olías y una furgoneta. De ilusiones es que también se vive.
JUEVES. Todo es miedo en el telediario. Hay jindama. Me compro de matute un test de esos del palo que se introduce por la Madrid. Leo el prospecto y la traducción me acongoja: dejo lo del frotis para más adelante. Será, quizá, que me fío más de la sangre que de la mocarrera.
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VIERNES. Las medidas de apertura/cerramiento. Lo del copeteo sin alcohol igual es una buena noticia. Tras una siesta merecida, con pesadillas, voy a saludar a Ignacio Peyró, que firma libro y pasa que mi libro, joya del dietarismo, se ha quedado en Pedregalejo.
SÁBADO. Leo en la cama a esa prensa que se dice de ideas. Me aburren soberanamente y el pensamiento les huele a lana mohosa del pijama.
DOMINGO. Nada en (sic).
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