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Por devoción a la democracia

A cada uno lo suyo ·

Es un grave error ejercer la democracia apoyando a sus enemigos declarados

Domingo, 10 de noviembre 2019, 00:05

Hoy toca votar, llenar las urnas y ejercer el sagrado derecho a producir soberanía nacional llevando a las Cortes Generales a nuestros representantes, que una vez elegidos, lo son de todos, no del porcentaje de electores que apoyan a una o a fuerza política. Aunque el bloqueo en la formación de gobierno no ha sido bueno para nadie, tampoco hay que dramatizar: repetir elecciones siempre será mejor que no tenerlas. Votando deberíamos contar con la oportunidad de poner rostros de mujeres y hombres a nuestras ideas; sin embargo, y con las correspondientes excepciones, nos los ponen difícil para sentirnos identificados con unas candidaturas que responden con demasiada frecuencia a la fidelidad al líder mezcladas con 'carreras' políticas donde escasean profesiones u oficios distintos a la cotización en el cargo público o interno del partido. No soy amigo del relativismo ideológico: la legítima confrontación democrática es buena y el contraste de ideas y soluciones distintas nos involucran en la política porque nos sentimos representados en las correspondientes posiciones que la conforman. No es lo mismo la izquierda que la derecha, pero para acentuar la diferencia no son necesarias fracturas irreconciliables con insultos, crispación y diálogos de sordos. Sufrimos un panorama político donde con demasiada frecuencia el grito, el desprecio al oponente, la ignorancia inexcusable y el gesto bobo cara a la galería, ahogan los argumentos y la naturalidad en la defensa de las convicciones propias. Y para colmo, a los despropósitos comentados se añade una desesperante hoguera de las vanidades, donde muchos indocumentados con trajes de candidatos hablan de lo que no saben y pontifican, con frivolidad temeraria, sobre temas muy delicados y esenciales para nuestro futuro colectivo como españoles. Querido lector, me temo que muchos, de derechas o de izquierdas (como es mi caso), acudiremos a las urnas por devoción a la democracia, pero con resignación y apatía ante las ofertas políticas que nos ofrecen.

En cualquier caso, tengo el firme convencimiento de la necesidad de una marcada frontera entre los demócratas (de derechas o de izquierdas) y los que no creen en las libertades y en el Estado de Derecho. Por eso, reconociendo (como no puede ser de otra manera) el legítimo derecho a solicitar y a otorgar a Vox apoyo electoral, me parece una contradicción insalvable que sus dirigentes reclamen el voto en las urnas cuando, si pudieran, las guardarían bajo llave. Si hace un año, el carácter faccioso de este partido era evidente por su programa y proclamas mitineras, ahora han disipado las dudas de los más prudentes. No les voy a abrumar con ejemplos, lean y vean las noticias en los medios y en sus prácticas parlamentarias y en los ayuntamientos. Quieren ilegalizar a algunos que no piensan como ellos, desprecian a los sectores más vulnerables, añoran al franquismo y a sus símbolos, y su política 'social' se reduce al más rancio conservadurismo económico: bajada desbocada de impuestos y supresión de garantías sociales (como el salario mínimo). Creo que es un grave error ejercer la democracia apoyando a sus enemigos declarados.

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