La resaca electoral parece invitar a cierta paz para recuperar el sentido, tras tanta energía derrochada por cada una de las fuerzas políticas que se batieron en el ruedo de Madrid. Mientras se toma nota en el resto del mapa de lo sucedido en el ... centro de la villa y corte, aun los protagonistas restañan sus heridas y se tientan la ropa para acometer el paso a seguir. Si hacemos un pequeño inventario, Ayuso -la ganadora- lo tiene en este caso más fácil, mantener la conducción equilibrada a la vez que desgrana investidura y composición de gobierno, conocida ya la cantada incorporación de Marta Rivera, exconsejera de Ciudadanos y dada de baja en la formación. Gabilondo -el hombre que nunca estuvo allí-, tras acudir a atención hospitalaria por una leve arritmia, usado y ninguneado por el aparato de Sánchez, finalmente no tomará posesión de su acta. Una decisión ajena -como todo en su campaña- a su propio albedrío, siendo un personaje político claramente merecedor de mejor trato y consideración, sus aportaciones, corrección y educadas formas, se echarán de menos. Iglesias, al frente de Podemos, anunció la propia noche electoral con cajas destempladas y acompañado de un pequeño grupo fúnebre que se iba y renunciaba a todos sus cargos, tras descalificar a los votantes de Madrid por su malvotar. Su ausencia deja huérfano a su partido -es lo que tiene el hiperliderazgo- y hay quien habla de que la formación morada entra en fase gravitacional, en caída libre. La doctora García ha conseguido que Más Madrid, sólo con una muy moderada subida de votos, sea segunda fuerza -aún su escaso arraigo- y derrote sonadamente a sus socios podemitas y al PSOE. Esta circunstancia -en voz baja barajada por algunos sociólogos- ha hecho que sesudos estudiosos de la izquierda escudriñen en el perfil y las aportaciones de la cabeza de lista para intentar entender si se trata de un logro con mucho de personal o es sólo una cuestión de ganancia por mera eliminación y demérito ajeno, más que propio. En el otro lado, Vox, comandada por Monasterio y Abascal al unísono, a pesar de haber subido un escaño, cariacontece su rictus por no haber alcanzado sus inconfesas expectativas y ser relativa su aportación estratégica a partir de ahora para aprobar o rechazar iniciativas, leyes y presupuestos. Finalmente, hay que reconocer que Bal, de Cs, se ha comportado como un bravo luchando por sacar la cabeza en un escenario que descontaba sus resultados desde el principio. Sus votos no han sido suficientes para entrar en la Asamblea de Madrid, tal y como se sabía; sorprendentemente Arrimadas -en el origen de estos hechos y desaparecida todo el rato- ha despachado el asunto con un: «... se ha demostrado que Ciudadanos es un partido imprescindible».

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Esta batalla finalizó, el gran perdedor de la misma -Sánchez- y los suyos siguen en la platea de mando. Se hacen apuestas por sus próximos pasos y la influencia en ellos de lo hasta aquí ocurrido en el gobierno autonómico de al lado.

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