El despertar de los autónomos
CARTA DEL DIRECTOR ·
Las protestas de los transportistas son la punta de un iceberg de indignación de los trabajadores más desprotegidos y olvidados del mercado laboralCARTA DEL DIRECTOR ·
Las protestas de los transportistas son la punta de un iceberg de indignación de los trabajadores más desprotegidos y olvidados del mercado laboralMás de un político debería darse una vuelta por un taller, una panadería, una lavandería o una frutería. O acompañar durante una jornada a un repartidor o viajar hasta Alemania en la cabina de un camión. Quizá así empezarían a entender muchas cosas. No estaría ... mal sentarse una tarde para echar cuentas, para ver las artes malabares necesarias para cuadrar los números, para cumplir con todos los impuestos y tasas, para pagar las cuotas de la Seguridad Social, ser puntual con la declaración del IVA –incluso aunque ni siquiera se hayan cobrado algunas facturas–, descontar el IRPF, soportar la subida de la energía, de los carburantes y de las materias primas. Y después de todo eso, que quede un sueldo digno. A ser posible por encima del salario mínimo interprofesional.
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Porque casi nadie se pone en la piel de los trabajadores autónomos, los más olvidados y desprotegidos de todo el mercado laboral, con escasísimas coberturas sociales y con un panorama siempre oscuro. Si los más de 3,3 millones de autónomos que hay en España decidieran parar se colapsaría el país en cuestión de horas. A fecha de enero de 2021, 1,8 millones de empresas no empleaban a ningún asalariado (el 55,8% del total) y otras 920.321 (el 27,3%) tenían uno o dos empleados. Esta es la auténtica realidad del sector empresarial en España, sustentado en microempresas y autónomos que subsisten en demasiadas ocasiones en un mar de precariedad.
Porque lo verdaderamente urgente es poner el foco de atención en los autónomos más desfavorecidos, aquellos que, incluso, deciden dejar sus trabajos porque los ingresos ni siquiera le cubren el coste de la cuota de autónomo. Y muchos no alcanzan, ni de lejos, el salario mínimo interprofesional de mil euros brutos al mes. Algo se está haciendo muy mal en este país cuando el mileurismo, término acuñado en 2005, sigue tan instalado en el sistema laboral casi veinte años después.
Y con este panorama, la inflación y la subida de los carburantes y la energía, es preciso pararse a pensar y tomar medidas. Culpar a Putin de todas estas desgracias puede ser una buena estrategia política, pero es la peor decisión posible porque significa que el Gobierno no sabe qué hacer. Y hay que hacer algo con urgencia.
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El hecho de que en Málaga haya parado su actividad la cementera de La Araña puede parecer algo anecdótico, pero es uno de los peores síntomas posibles porque evidencia la actual fragilidad del sistema.
Los problemas de abastecimiento por el paro de los transportistas, el alza de las materias primas, el encarecimiento de los servicios y la sensación de descontrol conforman una tormenta perfecta que puede desembocar en una profunda crisis. Y en estos momentos lo que hace falta es un Gobierno que se ponga al frente de las soluciones y que intente adoptar medidas que mantengan en pie este castillo de naipes de la economía. La sensación, por el contrario, es la de un Gobierno noqueado por la situación que sigue empeñado en negar la realidad.
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Las protestas de los transportistas son sólo la punta de un iceberg de indignación de millones de trabajadores autónomos y de pequeñas empresas asfixiadas por el alza de los precios, pero sobre todo por la sensación de abandono y, en cierto modo, de desprecio. Un Gobierno está para tomar decisiones en los momentos difíciles. Quizá a todo el Ejecutivo de Pedro Sánchez le viene esto demasiado grande.
Y esta sensación de hastío y enfado tiene el peligro de convertirse en una corriente que alimente los populismos y las ideas más radicales y endogámicas. Cuando una familia está preocupada por su subsistencia inevitablemente se vuelve más intransigente y reclama lo que considera suyo, lo que cree que le pertenece. Y eso conduce a un sendero de incertidumbre política.
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Por todo ello es preciso tomar conciencia de los riesgos y los peligros de ignorar las preocupaciones y las ansiedades de un mercado laboral estresado, cansado y con poca paciencia para así poder ofrecerles soluciones reales que afecten directamente al bolsillo y a la caja. Los autónomos y los pequeños empresarios tienen demasiadas espadas de Damocles sobre sus cabezas –empezando por la devolución de los créditos ICO a partir de abril y mayo– como para pedirles paciencia y un esfuerzo más. Los camioneros indignados son el despertar de una clase cansada y agotada y eso es para tomárselo muy en serio.
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