Secciones
Servicios
Destacamos
Llegaron con las banderas de la regeneración para cambiar la vieja política y van camino de sucumbir víctimas de sus enormes contradicciones y de los egos y personalismos que marcan el juego de tronos de su vida orgánica. Es verdad que lo mismo se podría ... decir del bipartidismo y otros partidos tradicionales, pero la diferencia es que estas nuevas formaciones que nacieron por la onda expansiva del 15M se han convertido en poco tiempo en todo aquello que, decían, no querían ser.
El mayor ejemplo en estos momentos es el de Ciudadanos, cuya caída en picado augura su irrelevancia, cuando no su desaparición en las próximas citas electorales. En Andalucía están dando un espectáculo que no sólo resquebraja el partido sino que destroza la reputación de la mayoría de sus cargos, con unas pocas y honrosas excepciones.
Los líderes de Ciudadanos en Andalucía están haciendo, exactamente, todo que criticaban y de lo que abominaban, lo que les invalida para futuros planteamientos éticos y morales, al menos en la esfera política. Todo el mundo tiene derecho a buscarse la vida, que es lo que han hecho muchos cargos naranjas desde sus inicios, pero lo que ocurre es que dieron tantas lecciones que ahora todos esos reproches impactan en sus rostros como un bumerán, como una justicia poética y vergonzante.
A los casos de Juan Cassá y Juan Carlos Maldonado, difíciles de superar, se unen ahora los de los principales cargos andaluces. Juan Marín, exvicepresidente de la Junta, el mismo que decía que se volvería a casa si no era elegido, ha sido recolocado por el PP en el Consejo Económico y Social; Marta Bosquet, expresidenta del Parlamento de Andalucía, recolocada en el Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria (IFAPA); Rocío Ruiz, exconsejera de Igualdad, recolocada en el Consejo Audiovisual de Andalucía, y Teresa Pardo, Sergio Romero o Carmen Sánchez, recolocados también en diferentes institutos y delegaciones. Todos recolocados, además en puestos para los que, por su formación y trayectoria, no se les aprecia, en la mayoría de los casos, experiencia suficiente. El PP ha sido listo porque con este abrazo del oso ha dinamitado las pocas estructuras de Ciudadanos que quedaban en pie, absorbiendo también gran parte de su electorado.
Se puede decir, sin exagerar, que Ciudadanos ha firmado su certificado de defunción por méritos propios y con un alarde de tristes contradicciones. Sobran los dedos de una mano para hallar excepciones, que son justas de reconocer en los casos de Noelia Losada, concejal del Ayuntamiento de Málaga, y Guillermo Díaz, diputado en el Congreso. Ambos están resistiendo a la debacle moral de su formación.
Pero todo va por barrios, porque tanto Vox como Podemos se encuentran inmersos en divisiones internas que aventuran vías de agua por la que puede empezar su hundimiento. Vox anda perdido con tantos gallos en el mismo corral. Esta formación está construida sobre nombres y sobre perfiles que se desinflan en cuanto salen del juego de redes y declaraciones más o menos impactantes. El caso de Macarena Olona es el más llamativo; ella decidió presentarse en Andalucía porque le dijeron que iba a ser presidenta o vicepresidenta –según ha manifestado– y al final se dio con la puerta en las narices. Llegó como el que llega a tierra conquistada, creyendo que tenía el partido ganado antes de bajarse del autocar. Antes Vox sorprendía con sus planteamientos y declaraciones, pero ahora han perdido impacto porque detrás de todo eso no hay nada. Da la impresión de que cuando sus resultados sean peor de lo esperado comenzarán a tirarse los trastos a la cabeza. Vox siempre ha jugado a la contra, ha toreado desde la barrera, que es lo fácil. En cuanto tiene un poco de responsabilidad en la gestión se les ven sus enormes carencias.
Y algo similar ocurre en Unidas Podemos, artífice de la disgregación de la izquierda, perdida entre tantos egos. Aquellos círculos del 15M, aquellos planteamientos asamblearios, han sido arrasados por los intereses personales de sus líderes, permanentemente en guerras fratricidas que recuerdan más a un botellón de adolescentes que a una formación con responsabilidades de gobierno en España.
Y así anda lo que era la nueva política tan contaminada como la vieja, con los mismos defectos o peores. Lo único que salva al PSOE y al PP es que sus estructuras orgánicas, de las que carecen Cs, Vox y Unidas Podemos, sostienen todos los desvaríos, desde la egolatría de sus líderes hasta los mayores desatinos. El PSOE sobrevive a los vaivenes de Pedro Sánchez y el PP se sobrepuso a la crisis de Pablo Casado por su fortaleza orgánica porque al final, como se está demostrando, sólo los partidos cuya estructura está por encima de sus líderes logran sobrevivir. Quizá es una llamada de atención para el PSOE, en claro riesgo de que Sánchez fagocite a su propio partido.
Al final, uno se pone a analizar esto de la política y le entran ganas de salir corriendo. Pero al mismo tiempo se da cuenta de que una sociedad necesita de la política y a los políticos si aspira a fortalecer y mejorar su modelo de convivencia. Por eso son imprescindibles partidos sólidos, en ideas y en capacidad de gestión, con un armazón con el que soportar los errores de sus líderes y cargos públicos y de corregir el desencanto que producen tantas y tantas contradicciones.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.