Del desapego al desprecio
Carta del director ·
Hay ciudadanos que consideran una vergüenza que mientras España sufre su peor crisis haya partidos y líderes enredados en juegos de poltronas políticasCarta del director ·
Hay ciudadanos que consideran una vergüenza que mientras España sufre su peor crisis haya partidos y líderes enredados en juegos de poltronas políticasLa serie de culto 'Borgen', un festín para los amantes de las ciencias políticas, narra la historia de ficción del personaje de Birgitte Nyborg, primera mujer que alcanza el cargo de primera ministra en Dinamarca, así como las relaciones de poder entre los partidos, los ... medios de comunicación y los poderes fácticos del país. No hay político ni asesor que se precie que no la haya visto. Pero resulta que su enrevesado guión es un juego de aficionados comparado con la realidad española de los últimos días. La percepción que los ciudadanos tienen de la política transita peligrosamente desde el desapego al desprecio. Son muchos quienes consideran una vergüenza que cuando España sufre la peor crisis sanitaria, económica y social de nuestra época haya líderes dedicados a trapichear como trileros para alcanzar o conservar el poder. Lo de esta semana amenaza con ser la gota que colme el vaso de la paciencia de no pocos electores que asisten atónitos a un cambalache político.
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Inés Arrimadas (Ciudadanos) y Pablo Casado (PP), con la colaboración necesaria del PSOE, han convertido el tablero político en un barrizal del que difícilmente podrán salir ilesos. Es triste comprobar que, frente a la lucha interminable de enfermos y sanitarios en los hospitales, la desesperación de empresarios y autónomos, la desesperanza de cientos de miles de desempleados, de interminables colas de la pobreza, aquellos que tienen que trabajar por la reconstrucción del país andan maniobrando para mantener su poltrona o acceder al poder.
Como aperitivo de este menú de comida basura asistimos a la crisis forzada por la dirección nacional del Partido Popular entre sus comunidades autónomas. Pablo Casado puso patas arriba su partido con el objetivo de ganar poder en los congresos provinciales. Y para ello abrió en canal el partido en Andalucía y en Castilla-León, enfrentándose a los barones Juanma Moreno Bonilla y Alfonso Fernández Mañueco, presidentes de dos comunidades consideradas, precisamente, bastiones del PP. Casado está consiguiendo parecer un zombie político que, como si de un personaje de 'The Walking Dead' se tratara, deambula por Cataluña, País Vasco, Asturias, Cantabria, Valencia y hasta por los despachos de la propia sede de Génova, de la que ahora reniega. Su 'vendetta' a los que no le profesan devoción política está demostrando su falta de liderazgo y sus escasas opciones (aunque cosas más difíciles se han visto) de comandar el centro derecha y llegar a la Moncloa.
Pero esto sólo fue el aperitivo. El plato fuerte llegó con una hamburguesa grasienta y rebosante de mayonesa, kétchup y mostaza. Arrimadas planeó con el PSOE de Iván Redondo un ajuste de cuentas a destiempo contra Casado. Su objetivo era dinamitar la bancada de la derecha y despojar al PP del poder donde precisamente más puede dolerle al propio Casado y a su mano derecha, Teodoro García Egea: Madrid y Murcia. En cuestión de horas, y como respuesta a su descalabro en Cataluña, Arrimadas sacudió la vida política española no por intereses públicos, y ni siquiera partidistas, porque incluso la ejecutiva de Ciudadanos desconocía su estrategia, sino personales. Quería ganar el pulso a un Casado más vulnerable que nunca estos últimos meses.
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Poco después de su maniobra en Murcia, la líder de Ciudadanos llamaba a Moreno Bonilla y a Fernández Mañueco para decirles que la guerra no iba con ellos. Los dardos de Arrimadas tienen a Casado como diana, con el objetivo de liderar la confluencia del centro derecha en España. Al final, el éxito de la moción de censura en Murcia está en el aire y su final aún resulta una incógnita por el baile de parlamentarios de Ciudadanos de un lado para otro. Y con la participación estelar de tres diputados murcianos expulsados de Vox y cortejados por Arrimadas y el PSOE. Todo para llorar.
Madrid es el segundo plato, una fritanga de 'nuggets' que se decidirá en los tribunales, servido o bien con la convocatoria de elecciones, como quiere Isabel Ayuso, aspirante a reina madre del PP tras zamparse a Casado de un bocado, o con una moción de censura de Gabilondo, con fama de moderado pero en todas las salsas. En este caso, Errejón no pasa de ser un invitado de piedra en el banquete, como esa patata que se coló en la freidora.
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La onda expansiva de este atracón no ha tardado en llegar a todos los rincones. Desde Galicia, donde Feijóo afila sus cuchillos, hasta Andalucía, donde Moreno Bonilla cuida con esmero lo que queda de un Ciudadanos dividido, enfrentado y con la certeza de ser el azucarillo en el café del postre político. Nunca un partido pudo ser tanto y tan importante y va camino de ser nada.
En este festival de comida rápida, el PP de Sevilla se mata vivo y el PSOE de Andalucía escribe un nuevo capítulo con Susana Díaz en el papel de Agustina de Aragón a la andaluza mientras Juan Espadas espera su oportunidad. No son tiempos para lealtades entre los socialistas andaluces, ahora adscritos a las traiciones tras una larga época de sumisión. Como casi siempre que no hay poder y nada que repartir.
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Me pregunto qué resultará de todo esto. Qué pasará. Qué pensarán los electores. Cómo se canalizará toda esta rabia. Quién pagará los platos rotos de tanto despropósito.
El presidente de la Junta de Andalucía escribió este mensaje en redes sociales el pasado miércoles: «En estos tiempos de grave crisis sanitaria, social y económica necesitamos gobiernos estables. Lo más razonable es que todos estemos centrados en lo urgente: superar la pandemia, apoyar a los sectores afectados y avanzar en la recuperación. Es lo que esperan los ciudadanos». Y tiene razón, es lo que esperan los ciudadanos, pero además de las palabras es preciso marcar distancia y desvincularse públicamente de aquellos que entienden la política como un mercadeo de poder. De lo contrario, todos entrarán en el mismo saco.
Hay buenos políticos en todos los partidos, en todos, desde Podemos a Vox pasando por PSOE, Ciudadanos y PP, pero también los hay muy malos y, sobre todo, absolutamente prescindibles. Quizá ha llegado el momento de marcar esas distancias o los ciudadanos pasarán del desapego al desprecio sin diferenciar entre quienes tienen altura de miras y quienes son incapaces de levantar la vista más allá de su propio ombligo, hinchado tras el atracón.
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