La asamblea general de accionistas de Ferrovial persistió y mantuvo la decisión propuesta por la presidencia de la empresa por más del 93% de sus votos capitales. La batalla planteada por Sánchez y su gobierno, el tropel de amenazas, el aviso de revisiones fiscales a ... la carta y el trascendido malestar técnico de los altos cargos de Economía y Hacienda, fueron finiquitados con el final anuncio del cambio de sede propuesto con dirección a Países Bajos. Aparte de ese viejo aforismo de «no dar batallas que puedas perder...» el deterioro previo y voluntario ante la inminente presidencia de la UE es imposible de atenuar. Acostumbrados, como estamos, a tanto, no deja de sorprender la vicepresidenta Calviño, la alta y brillante funcionaria de la Unión, la significada representante de la moderación europea, entre lo liberal y socialdemócrata, navega por aguas inesperadas e impropias, negando los principios de los que la creímos-creyeron abanderada. Entregarlo todo por la improbable continuidad de Pedro Sánchez emborrona trayectorias y decepciona hasta a los más cercanos. Qué difícil imaginar que la actual absoluta prioridad del Presidente del Gobierno háyase convertido en el proyecto de una Yolanda Díaz, militante del PCE, insegura y sin discurso ni bagaje, en el postrer intento de conseguir una aritmética en la que quepan todos, venga quien venga. El completo espectro, de Bildu a Esquerra, con Junts -si eso, también- y que venga Teruel, el PNV, lo que saque Podemos, que venga Revilla, convencer a Coalición Canaria, si se pone a tiro también UPN, no hay quien pueda resistirse al doctor Sánchez... Aunque, tal y como va, es muy posible que al final no haya nada de qué hablar y Tezanos no pueda disponer otra cosa.
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La ley de vivienda que viene es como la presa de Valdecaballeros, cuya casi inmediata demolición se anuncia en un brindis no se sabe a quién, para disgusto de Vara, la temporalísima y decepcionante reforma de las pensiones de Escrivá, al que nadie ya reconoce. Vivimos la apuesta cleptómana inesperada y ruinosa de «todo al negro» en una ruleta fuera de estilo que convierte en casino toda nuestra esperanza. La triste historia final de un gobierno desesperado que se resiste a que unas elecciones hagan escapársele el poder entre los dedos. Esta vez -la primera en la historia- el PSOE no se presenta a ganar, sólo a intentar -pírricamente- sumar. Si los datos demoscópicos no anuncian esta milagrosa cuenta, habrá que maniobrar a toda leche, inflar la presidencia europea, crear un observatorio contra Feijóo, prohibirle tres veces visitar a las tropas españolas en Letonia, mentir descaradamente y sin escrúpulos en Doñana, montar un 155 al PP cómo y dónde sea y por lo que sea, salvar a Tito Berni, exhumar los restos de Primo de Rivera, agitar a Franco... Y acontecimientos, los que vengan y en clave de resistencia. Pero el riesgo es grande y Sánchez, empeñado en seguir, cariacontecido y disconforme con su destino, retando con infantilidad al pueblo del que espera una bendición suficiente, estropea cada día más su permanencia y tendrá que marcharse.
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