Una vez pasado el ímpetu sorpresivo de la ruptura de las expectativas electorales, los resultados ofrecen desde alternativas a corredores perversos. Feijóo ganó las elecciones, sí, sr. Sánchez, las ganó. Fueron 137 escaños con 8.091.840 votos frente 7.760.970 y 121 escaños ... del PSOE. Obviamos que ganar es superar en votos y diputados al adversario, a los adversarios. Si el PP no tiene fácil obtener más síes que noes en la investidura, tampoco el PSOE tiene su camino expedito para ello. Por eso en la misma noche electoral algunos medios hacían números de los llamados bloques, el de los populares se fijaba en 171 frente a 172 los socialistas. Con el escaño que la Junta Electoral adjudicaba días después en el recuento del CERA al PP, esas mismas cuentas se invertían, 172 PP Y 171 PSOE. Subrayemos que en el bloque del PSOE daban por hecho el apoyo del PNV, que no es un partido de izquierdas, precisamente. Se especuló con la abstención de Junts -que tampoco es de izquierdas-, el partido del prófugo de la justicia Puigdemont, pero tras subir el PP a 137 no les bastaría, pues en ese caso sería investido Alberto Núñez Feijóo.
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El 17 de agosto se constituirán las Cortes Generales y serán elegidos los presidentes en ambas cámaras, Congreso y Senado. Una vez ello, corresponde al Rey llamar a consultas a los grupos parlamentarios y encargar la formación de gobierno a uno de sus líderes. Sánchez y el PSOE intentan combinar la calma y las vacaciones con la «discreta negociación» y con un cierto desdén, no exento de presión, para impedir el voto de investidura del candidato de la fuerza más votada. Casi todo sería normal, resultados, conversaciones, pactos, etc. Pero no siempre lo frecuente es ordinario y respetable. Mucho se ha criticado que Bildu haya formado parte de la coalición parlamentaria que ha sustentado a Pedro Sánchez. Ya saben, un partido que representa a los que siempre apoyaron a ETA y a los miembros de la banda criminal. Un asunto que sigue siendo muy cuestionado. Pero ahora, al necesitar el 'bloque 171' el apoyo explícito y favorable del líder Puigdemont, sus 7 diputados, que él comanda desde Waterloo, la polémica y el dilema moral se acrecientan. Blanquear a Bildu es algo difícil de asimilar, pero meter en el paquete la negociación para obtener los apoyos de Junts es volver a romper los límites de la decencia democrática. Eso de «ETA no existe...» es una frase para nota, algo así como «el Holocausto no existe», salvando todas las distancias, el aserto de barbaridades no debería formar parte de la política. Mirar ahora a otro lado y banalizar lo que un huido de la justicia es y significa, enviarle emisarios a su escondite y tolerar la negociación de sus ilegales e inconstitucionales propuestas es una inmoralidad y una acción nauseabunda.
Estamos ante una encrucijada que no puede resolverse poniendo a España en manos de los de la orden de busca y captura de la justicia, de la democracia. El huido Puigdemont no puede ser la solución, ni siquiera para Sánchez. ¿Estamos locos? Es para gritar.
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