En el clásico largometraje 'La vida de Brian' de los Monty Python hay un conflicto rocambolesco entre dos grupos. Una de las bandas, que se llama Frente Popular de Judea, entra en una disputa muy reñida con otra formación llamada Frente Judaico Popular. La desconfianza ... y el odio entre ambos es mutuo pero completamente incomprensible para cualquiera que no esté involucrado en la disputa. Lamentablemente, Sudán vive una guerra cuyos orígenes son igualmente opacos pero, por supuesto, este conflicto no es ninguna broma. Por un lado están las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) y por el otro lado las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).
Hasta hace unos años, los líderes de los dos grupos, el general Abdel Fattah al-Burhan de las FAS, y el comandante Mohamed Hamdan Dagalo, un excomerciante de camellos conocido como Hemeti de las FAR, eran aliados. Los dos militares organizaron un golpe de Estado en 2019 para derribar el régimen corrupto del entonces presidente de Sudán, Omar al-Bashir y, al principio, los dos acordaron que gobernarían el país juntos en una coalición. Pero las grietas en su alianza pronto se hicieron evidentes y en abril de 2023 la ruptura estalló en una guerra civil.
Durante los últimos tres años el foco de la atención global ha estado puesto en los conflictos en otras partes del mundo, en concreto en la invasión rusa de Ucrania en 2022, y, desde el año pasado, en el conflicto entre Israel y Hamás en Oriente Próximo. Mientras tanto, los combates en Sudán han recibido poca atención a pesar del sufrimiento manifiesto de esta guerra tan sangrienta como trágica. El tercer país más grande del continente africano, es un Estado que engloba a unos pueblos muy diversos pero el conflicto tiene una característica en común, una brutalidad aterradora.
No es posible decir con exactitud cuál es el alcance de la tragedia que se está desarrollando en Sudán. Muchas de las agencias internacionales de ayuda humanitaria, incluyendo la ONU, sólo tienen un acceso muy limitado al territorio igual que la mayoría de los medios de comunicación extranjeros. Sin embargo, hay pruebas de sobra para comprender que lo que está sucediendo en algunas regiones de Sudán como resultado de la lucha es un auténtico horror. Como es de esperar, los efectos atroces no se limitan a los combatientes y la guerra ha tenido consecuencias devastadoras para la población civil. En palabras de una ONG, «esta no es una guerra civil sino una guerra contra civiles». Un informe de la ONU ha advertido que la población está «siendo atacada desde todos los flancos». Otros hablan de una limpieza étnica y violaciones múltiples.
Fuentes del país estiman que durante los últimos 19 meses más de 60.000 personas han muerto en los combates. Unos 11 millones de personas –una cuarta parte de la población– se han visto obligadas a huir de sus hogares por temor a sus vidas y viven ahora en condiciones inhumanas con una realidad diaria de hambre, sed y miedo. Las agencias de la ONU estiman que la mitad de la población necesita asistencia urgente de alimentos y medicinas básicas.
Entre las fuerzas atrapadas en los combates hay muchos niños soldados y sus historias están entre las más desgarradoras de la guerra. Con poco o ningún respeto por los derechos humanos, niños de tan sólo 12 años han sido obligados a alistarse en los grupos. Algunos son obligados a proporcionar servicios a la milicia como lavar la ropa o cocinar mientras que otros son obligados a luchar con fusiles Kalashnikov junto a los rebeldes. Según muchos informes, las violaciones tanto de niños como de niñas son frecuentes.
No sé puede entender lo que está pasando entre las fuerzas dentro del país sin comprender la importancia de los vínculos que tienen con los poderes foráneos. La guerra está siendo sostenida por algunos Gobiernos que tienen intereses geopolíticos o económicos en el África subsahariana o una mezcla de ambos. Mientras muchos países piden una negociación para poner fin al conflicto, está bien documentado que países como Rusia, Irán y Egipto están apoyando a las FAS mientras que los Emiratos Árabes Unidos están enviando asistencia a las FAR. Los intentos de otros países de la comunidad internacional para detener el conflicto han quedado en aguas de borrajas. Tan sólo el mes pasado Rusia vetó una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU que pedía la protección de los civiles y el acceso total de la ayuda humanitaria.
Sin embargo, sin la intervención de la comunidad internacional, esta guerra continuará. Más mujeres, hombres y niños sudaneses inocentes morirán no sólo por las balas y las bombas, sino también por el hambre, la deshidratación y las enfermedades que son las consecuencias de este conflicto olvidado.
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