La OTAN y el nuevo orden mundial
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En unos tiempos críticos para la seguridad, la guerra en Ucrania y la amenaza china protagonizarán la cumbre de la Alianza Atlántica de los días 11 y 12 en la capital lituanaEl 24 de febrero de 2022 la invasión rusa de Ucrania inició una guerra que nos ha obligado a poner los pies en el suelo ante la realidad geopolítica actual. Ni hemos salido de la Guerra Fría, o quizás hemos iniciado otra, tras la desaparición ... de la URSS y de la amenaza soviética en 1989, ni hemos podido apuntalar el sueño de instauración de un nuevo orden mundial con el que se especuló en 1990 y 1991, ni era adecuada la anticipada celebración de la llegada de dicho orden. El supuesto triunfo de las Naciones Unidas, el deseo y la aspiración a un mundo sin guerras y la negociación como principal arma para la resolución de conflictos pasaban rápidamente a mejor vida a tenor de los acontecimientos que sucesivamente se iban produciendo.
La OTAN, tal y como señaló Emmanuel Macron en 2019, estaba en estado de muerte cerebral y solo la agresión de la Rusia de Putin a Ucrania la ha resucitado para regocijo de su principal artífice, Estados Unidos, y para desgracia del proyecto de autonomía estratégica europea por el que abogaba el presidente francés. En estos momentos, todos los países europeos quieren estar protegidos por EE UU y la OTAN y eluden plantear dicha autonomía por miedo a la reacción estadounidense. La sumisión es total e incluso los más reacios hasta ahora han decidido aumentar su gasto militar hasta el 2% de su PIB. Asimismo, países como Finlandia y Suecia han juzgado necesario ingresar en la Alianza, aunque Hungría y Turquía hayan paralizado temporalmente la incorporación sueca (Finlandia entró en abril).
Francia y Alemania han sido acusadas de ingenuidad, al igual que países como España e Italia, respecto al tratamiento que según los estadounidenses se le debe dar a Moscú, y ahora son Polonia y los países bálticos, con su enorme beligerancia, los que monopolizan y abogan por la fuerza armada contra una Rusia que consideran como una amenaza estructural y permanente. La dependencia de Europa con respecto a EE UU en los ámbitos militar, económico y cultural se ha incrementado brutalmente desde el inicio del conflicto ucraniano.
Putin se ha equivocado en todo y ha cometido un peligroso error de cálculo. Quiso acercar Ucrania a Rusia y la ha perdido definitivamente. Quiso demostrar la incontestable fuerza militar rusa y ha revelado sus múltiples costuras. Quiso evitar la expansión de la OTAN a Ucrania y ha acelerado la incorporación de Finlandia y Suecia reforzando la Alianza de una forma inconmensurable. No solo ha ensombrecido el futuro de Ucrania y Rusia, sino también el de Europa en general. En lugar de hacerla más segura, la decisión rusa ha favorecido la expansión de la OTAN y Europa se ha convertido en el lugar más peligroso del mundo dañando el modelo general de construcción del orden mundial surgido tras la Guerra Fría (casa común europea, identidad paneuropea, seguridad común...).
El denominado, poco antes de la guerra en territorio ucraniano, como un «viejo club, cómodo y obsoleto», ha resurgido de sus cenizas gracias al conflicto armado. La crisis ha sido superada y su protagonismo e importancia aumentan. La falta de innovación en los círculos aliados, el conservadurismo latente que impera en las mentes, la incapacidad de responder a las numerosas cuestiones estratégicas han pasado a la historia tras la nueva oportunidad generada por la guerra en Ucrania. La Alianza se ha revitalizado y adaptado a la nueva época.
Y en esta tesitura se celebra la cumbre de Vilna (Lituania) o Conferencia de jefes de Estado y de gobierno de la OTAN, los próximos días 11 y 12, cuya agenda incluye la guerra en Ucrania (ayudas, fortalecimiento de las relaciones con Kiev; materias político-militares; la cuestión del ingreso en la Alianza que será rechazada en esta ocasión); ingreso de Finlandia y Suecia (consecuencias geopolíticas del mismo, aportaciones económicas, participación de tropas); capacidades, recursos y contribución con el 2% del PIB que se estableció en la cumbre de Gales (2014) y que solo cumplen siete países; nuevo modelo de fuerzas, autorizado en la cumbre de Madrid del pasado año y denominado New Force Model (NFM); la preocupación por la amenaza china que se manifiesta en su actuación en los diferentes continentes y cuyo principal éxito ha sido el patrocinio del histórico acuerdo diplomático entre Arabia Saudí e Irán, aunque no se pierde de vista el creciente control que Pekín ejerce sobre infraestructuras críticas europeas, la influencia que tiene en distintos tipos de operaciones, su cooperación con Rusia en temas de seguridad y los constantes desafíos que plantea al orden internacional (mar del Sur de China o Taiwán). Y finalmente, también estaba en el orden del día la continuidad del secretario general, Jen Stoltenberg, que ya se ha dilucidado.
Un año después de la cumbre de Madrid (28 al 30 de junio de 2022), de su Concepto Estratégico (nueva hoja de ruta para la próxima década), de las promesas de nuevas adhesiones y compromisos económicos y operacionales, la OTAN ha resucitado y ha decidido enfrentar con unidad y firmeza unos tiempos críticos para la seguridad mundial mediante planes regionales de defensa que den centralidad a la Alianza en la geoestrategia mundial y que consoliden una seguridad colectiva más fuerte y eficiente. En Madrid, se sentaron las bases de la misión aliada en Ucrania y se analizaron los demás flancos críticos para la organización. Y ahora en Lituania se tendrán que renovar.
Claro que pensar que Occidente puede imponer su perspectiva, programa y valoración al resto del mundo es demasiado pretencioso, incluso reconociendo su unidad real en estos momentos. Rusia estará aislada durante mucho tiempo del mundo occidental desde el punto de vista político, económico, energético, cultural y científico, pero no del resto del mundo tal y como estamos comprobando en la actualidad. Los países del Sur Global quieren mantener relaciones con ambas partes y, además, son conscientes del doble rasero de medir que utiliza Occidente respecto a la integridad territorial y al derecho de los pueblos a decidir por sí mismos.
La guerra ha cambiado todo con gran rapidez, pero es prudente considerar los juicios sobre la ampliación de la Alianza de personajes tan poco sospechosos de ser antiamericanos como François Miterrand, George Keenan, Henry Kissinger, John Mearsheimer o Stephan Waltz. No hacerlo sería una equivocación irremediable.
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