Permítanme que me meta hoy en camisa de once varas, por mi desconocimiento técnico de lo que voy a tratar: la controvertida modificación de la cuota a la Seguridad Social por parte de los autónomos. Ese desconocimiento técnico se corresponde, no obstante, con un conocimiento ... práctico: llevo casi 30 años en ese colectivo, a menudo aportando una cuota mensual mayor que mis ingresos mensuales. El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones anda hecho un lío matemático con los autónomos, como consecuencia de lo cual los autónomos andan hecho un lío metafísico con el ministro.
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En un principio, propuso rebajar la cuota a las personas con ingresos más bajos y aumentarla a las personas con ingresos más altos, que es lo que se espera de un ministro socialista. Pero se ve que cualquier ideología casa mal con las cuentas: ahora -esto cambia por momentos- propone una subida de 30 euros en la cuota de las personas con ingresos más bajos y una rebaja de 279 euros en la de las personas con ingresos más altos. Ahí la ideología no acierta uno a saber por dónde andará, y los parias de la tierra, la famélica legión, nos quedamos entre estupefactos y temblorosos.
Para 2023, el ministro propone que una persona que tenga un rendimiento neto de 600 euros mensuales pague una cuota de 282 euros, con lo cual le quedarían 318 para cubrir sus necesidades básicas y para gastar el resto en lujos y caprichos. No estoy seguro, pero, así las cosas, parece más ventajoso echar la persiana del negocio y acogerse al salario mínimo vital que perder el tiempo trabajando, ya que el hecho de trabajar para ganar menos que un parado es un sacrificio patriótico que no todo el mundo tiene el temple necesario para asumir. De todas formas, no hay padecimiento sin consuelo: la clave está en no dormirse en los laureles, sino en luchar contra los imponderables de la macroeconomía y del destino, en hacerse estajanovista y ganar 4.000 euros al mes, ya que de ese modo la cuota se te queda en 352 euros y puedes disfrutar a tu antojo de los 3.648 restantes, lo que te daría incluso para convidar a marisco a fin de mes, en un gesto de caridad gremial, a uno de los menesterosos y desidiosos colegas del tramo inferior, que se supone que, en una economía boyante, no ganan más porque no quieren. Resulta muy coherente que ese ministerio se denomine de Inclusión, de Seguridad Social y de Migraciones, porque lo que te pide el cuerpo es excluirte de su régimen inclusivo, asumir con resignación tu inseguridad antisocial y emigrar, como antiguamente, a Alemania.
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