A cada uno lo suyo

Cuando una madre se va

La sensación de orfandad no tiene edad

Jueves, 17 de octubre 2024, 02:00

Me cuesta mucho asumir que ya no pueda estar contigo, rodeado del enorme elenco de fotos familiares, y echar esos largos monólogos, pensando y deseando que esas manos agarradas te hicieran sentir lo que te queríamos. Se trataba de ganar alguna batalla a ese mal ... de Alzheimer que amargó tus últimos años, borrando de forma implacable recuerdos, lazos y rostros.

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Ahora los tuyos afrontamos el duelo, inevitable e insustituible. Todas las personas, todas las familias, contamos en nuestro patrimonio sentimental con la pérdida de los que fueron importantes en nuestras vidas y ya no están. Tenemos la esperanza de que, al igual que con papá y con Manolo, el tiempo sea el mejor aliado que nos permita convivir mejor con ese doloroso pesar por tu falta, y pronto podamos rememorar lo mucho que nos has hecho disfrutar con una mirada, palabra, o cualquier otra forma de expresar tu enorme cariño.

Petronila Brenes Sánchez, la autora de mis días, una mujer única e irrepetible. Era un ejemplo diario de que si hubiera que medir en intensidad el amor que siente una madre por sus hijos, no habría números suficientes para contarlo. Siempre estará conmigo esa sensación de que, pasara lo que pasara, nuestra madre haría todo lo posible y lo imposible para que todo saliera bien y nada malo nos ocurriera. Hasta que esas indeseables plaquitas se instalan en tu cerebro sin previa invitación, ninguna noche pasaba sin llamar a tus hijos para confirmar que todo andaba bien, preguntar si habíamos cenado y si teníamos buena salud, y por supuesto cerrar la conversación con un sistemático elogio de tus nietos.

Tu vida no fue fácil. Perdiste a tu madre muy pequeña, y ese desgarro lo supiste convertir en amor incondicional por los tuyos. Con nuestro padre, tuviste a un marido y a un compañero de la vida, formando nuestra familia. Papá y tú pusisteis nuestro bienestar por encima de cualquier otra cosa, y a costa de mucho trabajo y sacrificio. El desgarro de enterrar a tu marido y a tu hijo Manolo en apenas dos meses, te tambalearon de forma cruel, pero no logró quitarte la sonrisa, los detalles y el cariño para tu gente.

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Una foto puede ser ese instante irrepetible al que te agarras, siendo mucho más que un trozo de papel amarillento cuando te ayuda a recordar. En la nuestra, ya faltan Manolo, nuestro hermano, Antonio, nuestro padre, y ahora tú, querida mamá. Como creyentes y con la esperanza del reencuentro, si están en nuestra memoria, nuestro corazón se encarga de que nunca salgan de nuestras vidas. Seguiremos mirándolas y hablando con ellos de nuestras cosas en el silencio del inevitable monólogo, riendo con sus recuerdos y añorando su presencia.

Gracias de corazón a toda la familia, allegados y amigos, que nos han acompañado en estos momentos tan duros. Nuestra más sentida gratitud a sus cuidadoras en estos últimos años, ejemplo de profesionalidad y calidad humana.

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