Pancarta en la manifestación del 8M en Málaga. Salvador Salas
Opinión

El feminismo es ciencia

En sí mismo es conocimiento y además contribuye a que avancen todos los saberes: hay que elevar el negacionismo de la violencia machista a una especie de terraplanismo

Domingo, 19 de mayo 2024, 00:03

«El feminismo es una forma de vivir individualmente y de luchar colectivamente». Son palabras de Simone de Beauvoir que definen al feminismo como movimiento sociopolítico, pero también casi como un apostolado, como un compromiso con la igualdad que se expresa a diario. Pero el ... feminismo es mucho más. En sí mismo es conocimiento y ayuda a que todas las ciencias –y no sólo las sociales- avancen.

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Rara es la semana en la que no hay un asesinato machista o en la que no salta a los medios de comunicación una brutal agresión sexual o en la que no se hace viral una descalificación sexista contra una mujer. Estos fenómenos no sólo no amainan, sino que la violencia contra las mujeres va adquiriendo mayores grados de brutalidad o se sofistica nuevas tecnologías mediante: un estudio reciente acaba de concluir que la plataforma cibernética OnlyFans es una nueva forma de explotación sexual que reproduce patrones sexistas y es altavoz de una dominación masculina atroz. Pero mientras todo esto ocurre ante nuestros ojos, el negacionismo también se dispara.

Una vacuna que hay que comenzar a inocular es la reivindicación de que el feminismo es un saber que emplea el método científico: planteamiento de hipótesis, observación, confirmación o falsación de los presupuestos iniciales. El feminismo es la ciencia que investiga la desigualdad social entre sexos, que destripa sus manifestaciones y sus motivos. Las feministas malagueñas que pasan por SUR y que pertenecen a muy diversas corrientes dentro del movimiento (Ángela Cuenca, Susana Guerrero, Andrea Barbotta, Carmen Martín, Alba García, Aránzazu Espeso...) reivindican que ellas estudian mucho, que ser feministas les exige leer un montón.

Además, es un saber útil, porque es propositivo: apunta maneras de superar el mal social que investiga. Suyas son las políticas públicas que se ponen en marcha para equilibrar la posición social de los sexos y la evaluación de su efectividad. Negar la violencia machista es negar la ciencia. Hay que elevar ese negacionismo ciego a las violencias que sufren las mujeres a una especie de terraplanismo.

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No se nace mujer, se la construye socialmente

«No se nace mujer, sino que se llega a serlo». Ésta es otra de las frases más repetidas de la filósofa existencialista. Y se la puede considerar como una de las bases de la ciencia feminista. La biología no mandata la atribución de roles, comportamientos y tareas con que la sociedad carga a las mujeres –y también, aunque distinta, a los hombres-. El sexo no determina que deba haber una mitad de la población con poder y la otra mitad desposeída. No se nace mujer, se la construye socialmente, podríamos parafrasear a la Beauvoir. Aunque ella va más allá en su análisis quirúrgico de una sociedad en la que el hombre encarna la humanidad mientras que la mujer es «el otro» (¿no les recuerda esto al masculino genérico que se defiende que hay en la lengua española? porque cuando se dice «el hombre» como especie, entendemos que estamos todas y todos, pero si se emplea «la mujer», ellos saben que nunca están incluidos).

La misma Beauvoir estaba convencida de que las feministas de su época hacían más un «esfuerzo de lucidez» que de reivindicación. Estudiaban más que luchaban. O luchaban porque habían estudiado. Se habían cargado de razones. En el siglo XXI, mucho más. Gracias a la ciencia, las mujeres reconocen y pueden poner nombre a lo que les pasa y atribuirlo al orden social vigente. Techo de cristal, brecha salarial, suelo pegajoso, mansplaining, manspreading, glass-cliff, síndrome de la impostora… son términos, expresiones, que enriquecen el lenguaje y definen realidades.

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Pero esta sociedad patriarcal sigue manchando la ciencia hecha por mujeres, a la que muchas veces se cuestiona su objetividad. Pero ya está siendo crecientemente demostrado que haber tomado al varón como el sujeto universal de la especie humana en medicina provoca errores de diagnóstico en las mujeres y ha dejado sin investigar las patologías que sufren ellas. Y en las ciencias sociales, desde los años setenta en que empezó a hacerse fuerte el feminismo comenzaron a publicarse investigaciones que pusieron de manifiesto el sesgo machista –o, más finamente, androcéntrico- de que adolecían los estudios hasta el momento y revelaron que incluir lo que les pasa a las mujeres en los trabajos de campo –considerarlas sujetos, en definitiva- modificaba los paradigmas.

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