Baloncesto. Ciudad Jardín, las bocinas, el Carpena. Euroliga. Las bocinas. Aquella ACB, aquel tiro libre universitario que gané -no sé cómo- con posterior cena en ... un restaurante de la capital. Y después y antes tantos: Imbroda, Garbajosa, Miller, Rodríguez. El equipo siempre ha sido la pasión triunfante, muchos años de que el fútbol nos llevara a Europa. Como a un país entero gracias a los Juegos Olímpicos de Barcelona, el baloncesto en Málaga hizo que por ósmosis la ciudad se hiciera deportiva. En llegando al desfiladero, hay que creer en el milagro y que la ciudad no se pegue ese tiro en el pie.

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Semana Santa. Fíjate que, con las colas que guardaban las distancias, has vuelto a congraciarte con la fe. A veces, de esquinilleo, te has subido o bajado la mascarilla para que entrara oxígeno, sí, pero también el incienso. Las casas hermandad son grandes y están bien ventiladas, también las iglesias, que han pasado otras pestes históricas. Había ganas de Semana Santa, y con buen hacer se ha logrado que de alguna manera no nos robaran otra primavera. Con las previsiones más desfavorables, el 2022 sí habrá calle, acción de gracias y la pasión como Dios manda. Has visto los vencejos por el cielo, y no había trono. Sólo queda un año para vencer esta guerra, y se conseguirá.

Marlaska. Es una mentira adosada a un traje ceñido. Aparatos de gimnasia que sabemos todos y el ejemplo más flagrante de cómo tirar por la borda toda una existencia floreada, primero, en la lucha contra ETA. Ha sido la mano que mece la cuna del sanchismo en los asuntos de trena, y es de esos personajes que son actualidad y duelen. Porque permanecen, porque no dimiten. Por todo. Marlaska es la desvergüenza que no cesa, y lo que para muchos del equipillo de Iván Redondo representa las virtudes teologales de la resiliencia.

Cuando llegue verano. De aquí a verano toca reinventarse. Mirar qué falló el anterior. Sabe uno que la Hostelería está más que preparada, y que hay que cuidar las masificaciones. Llegarán las memorables noches de junio, y habrá que salir con distancia a la playa, quizá por calas desconocidas, en la hora del largo atardecer, que es la sublimación del propio estío. Será también otro verano posible mientras que, tirando todos, vamos acabando con el bicho: a pesar de los negacionistas, de los nihilistas de baratillo y de tantos majaras con los que uno ha de afrontar esto del vivir. Del sobrevivir. Habrá que empezar por nosotros mismos, por dar cariño a los bares que son el alma de la ciudad y la salvaguarda de Occidente.

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Abril. Abril tiene estas cosas. El sol, el granizo. Un sol que da en las pieles del invierno y que ya es plena temporada de baños. Daría un brazo por ese 'dolce far niente' que es Pedregalejo por abril. Pero hay, lástima, otras prioridades.

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