Una tradición cuesta mucho consolidar, y también muy poco olvidar. Esta frase podría definir a la perfección la pérdida de una seña de identidad de la Málaga católica, procesionista e incluso cofrade, la no salida por las calles de la ciudad, por segundo año consecutivo, ... sin visos de que lo vuelva a hacer, de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. La justificación es la elevada edad de los pocos sacerdotes jesuitas que aún realizan su apostolado en la capital malacitana. Muchos pensamos, cuando se decidió la suspensión en 2023, que sería algo circunstancial, que habría grupos de cofrades y/o devotos de la venerada imagen que tomarían el relevo de los miembros de la orden que cuidan de su culto en la iglesia del mismo nombre en calle Compañía, pero no ha sido así. Todos los meses de junio, en sus primeros días, el Sagrado Corazón de Jesús (advocación a la que suele recurrir, como ocurre tantas veces, en casos extremos) salía a nuestras calles, tradición sobrevenida desde siglos ha, que sin embargo tuvo un importante paréntesis en Málaga entre 1901 y 1915, cuando por el clima anti religioso que se vivía, se decidió no salir a la calle, pero que el beato padre Tiburcio Arnaiz, tan venerado y querido en Málaga y cuyo proceso de santidad se sigue instruyendo en Roma, fiel a su gran personalidad y valentía, decidió en 1915 volver a pasear a la imagen por las calles malagueñas, tradición renovada que ha durado hasta esta década, cuando entre el Covid y no se sabe bien por qué se ha suprimido la procesión.
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Así, con la tremenda personalidad del beato Arnaiz (este próximo 18 de julio se cumplen 98 años de su muerte) se organizó la procesión, que salió de la iglesia de San Agustín, puesto que el actual templo de los padres jesuitas aún no había sido inaugurado. El resultado fue brillante, con la participación de todo el pueblo malagueño que honró al Divino Corazón. Los diarios de la época se hacían eco de que se habían congregado multitudes vitoreando al Corazón de Cristo, con párrafos de crónicas como éste: «A los atronadores vivas y a las entusiastas aclamaciones, siguió un gran silencio, y entonces el humilde y fervoroso jesuita (el padre Tiburcio Arnaiz) dijo: 'Esto que acabáis de hacer, cantar a Dios Rey, es lo que se hace en el cielo: tributar alabanzas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Málaga ha dado una prueba de amor grande, de amor inmenso al divino Rey, que hoy ha triunfado en las calles de esta ciudad. Por la misericordia de este amantísimo Corazón, los que ahora nos encontramos aquí aclamando a Jesús, Rey Inmortal, continuaremos nuestras alabanzas a las tres personas de la Santísima Trinidad, como así lo deseo, a la vez que os doy mi bendición».
Entre grupos de cofrades malagueños y diversas organizaciones eclesiales quieren proponer al Obispado una reorganización de la procesión del Corpus en Málaga, que, hay que reconocer, pese al gran esfuerzo que realizan tanto el obispo de la diócesis como el deán de la catedral, monseñor Catalá y monseñor Ferrary, no consigue salir (aunque este año al volver a ser vespertina congregó más público en las calles) de una atonía en la que está sumida por muchas circunstancias, que sin duda no merece una procesión tan singular e histórica. Es verdad que los tiempos son muy distintos, es verdad que cada vez hay menos apego a la Religión, pero no es menos cierto que precisamente la religiosidad popular significa 'aprovecharse' de una sociedad en la que está arraigado el culto público (en las calles) de las sagradas imágenes y de los símbolos religiosos, algo que puede incluso trascender a la lógica.
En esta reorganización, señalan, se incluirían varios tronos con veneradas imágenes, entre ellas el Sagrado Corazón, los Santos Patronos de Málaga, San Ciriaco y Santa Paula, el también patrono de Málaga Cristo de la Salud y si así se decidiera por la cofradía, el Cristo de la Cena. La idea es verdaderamente llamativa, y todos los años constituiría una gran cita cofrade y religiosa en Málaga, con todo lo que ello conlleva, y por supuesto, con una suma de voluntades y de esfuerzos que harían grande al día elegido, que debería ser el mismo anualmente. Por ejemplo, en Sevilla, la procesión del Corpus es un gran acontecimiento para la ciudad: todos los grupos políticos participan en los actos, incluso vestidos de gala, con la ciudad en la calle (con excepciones, mínimas, que confirman la regla, que en la ciudad hispalense hay cosas que cuestan muchos votos). No se procesiona sólo al Santísimo, sino otras imágenes de apego y devoción ciudadana. Entre 3.500 y 4.000 personas forman parte de una procesión que componen 9 pasos, encabezados por la Sagrada Custodia, seguida por Santa Ángela de la Cruz, Santas Justa y Rufina, San Isidoro, San Leandro, San Fernando, la Inmaculada Concepción, el Niño Jesús y la custodia chica con la reliquia de la Santa Espina. Junto a estos pasos (en Málaga, tronos), representaciones de las cofradías y autoridades militares y civiles. Pues algo parecido se quiere hacer en Málaga, y los cofrades, a la espera de lo que diga el Obispado, están dispuestos a entrar de lleno en reorganizar en uno sólo los eventos religiosos que se celebran (o celebraban) en la capital malagueña en los finales de la primavera. Sin duda, puede ser una gran idea. Y el elegido, será un gran día.
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Una de las frases que más impactaron a estos Horizontes de las muchas geniales del inolvidable Manuel Alcántara es cuando en un sobremesa en su querido restaurante Conde Ansurez dijo que lo que menos le gustaba de un directorio de teléfono es que se iba quedando vacío con el paso de los años, en el sentido de amigos y conocidos que habían fallecido. Gran verdad. Hace apenas una semana nos decía adiós Eduardo Padilla; ahora se nos acaba de marchar a los Horizontes Infinitos otro gran personaje y protagonista de la Costa del Sol, José Luis Martín Lorca, un gran malagueño que ayudó y no poco al resurgir de su tierra, a la que adoraba. Visionario del turismo, con sus hoteles y proyectos creó cientos de puestos de trabajo y riqueza, amante del mundo taurino, creó una ganadería que triunfó en plazas tan difíciles como Las Ventas, y también fue amante de las tradiciones, sólo así se puede entender su apuesta por Antonio Martín, que volvió a abrir tras restaurarlo. Serio y divertido a la vez, de carácter y afable a la vez, hizo mucho por Fuengirola, Mijas y Málaga. Siempre se van los buenos. Tuvimos la suerte de disfrutarlo 88 años, pero nunca ninguna es una buena edad para morir. Descanse en paz quien tanto trabajó por la Costa del Sol y ayudó a tanta gente.
Disfrutemos de la vida y sean felices. Ya es verano, que el tiempo pasa muy deprisa.
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