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Tras la cortina estampada un visillo y entre una y otro nada se ve. Es una cuestión de estilo, pero esencialmente se trata de un propósito oculto. Ser o formar parte del equipo director de lo que quiera que sea y envolver entre muros o nebulosos procedimientos las acciones, los protagonistas, las razones y el contenido, es una forma de hacer. Sin embargo, la verdad siempre acaba por revelarse, pues como el ansiado crimen perfecto, un detalle, una colilla, la etiqueta de una maleta o una frase contradictoria, acaban por mostrar el rostro del asesino o el ladrón.

Con la frustrada maestría del teórico del márketing político lateral del escamoteo hemos pasado del «yo no estuve allí» del comandante Ábalos, al estuve y no la vi, la vi pero sólo la saludé, la saludé un momento, o fueron veinticinco minutos, me reuní dentro del avión, también fuera del avión en la sala vip... Desde la primera filtración que nos hizo saber que Delcy Rodríguez nos visitaba a cada uno de los detalles cuyo conocimiento va desgranándose como las cuentas de un rosario hay apenas dos semanas. El intento de envolvernos en un debate jurídico mágico que pone localizaciones territoriales de Barajas fuera de España -zonas internacionales o de tránsito- ha fracasado y no sólo porque así lo explica la jurisprudencia española, europea y mundial, sino porque nadie lo cree. Así, en una buscada vuelta de tuerca más, ha surgido Schengen, «... estaba en España pero no en territorio Schengen», pero eso es imposible. Si el espacio y las fronteras de un estado se acogen a un tratado internacional que incluye todo el territorio y hasta el espacio aéreo, lo que está dentro de ellos estará dentro de él.

Alguien contó también las maletas y salen cuarenta, que no son pocas. Su contenido aún sigue siendo desconocido, su destino parece ser claro, la embajada de Venezuela. Sin embargo su carácter jurídico entra en el campo del misterio del milenio. ¿Valija diplomática y, por tanto, exenta de control? Entonces era un vuelo oficial, un vuelo de estado. Y se puede seguir, más detalles se sabrán y el caso continuará.

Hay quien opina que Ábalos se comió un auténtico marrón sin comerlo ni beberlo, pero no faltan voces que afirman que su presencia no fue ni por estar de guardia ni por encargo, sino que él era quien tenía que estar. Cuando se asumen responsabilidades en el Ejecutivo y sólo se conocen de oídas lo que puedes y no puedes hacer, hasta dónde la capacidad de maniobra y qué es secreto o qué no puede serlo más allá del mito, puedes tener estos desagradables reveses. Es cierto que en la vida todas las cosas tienen su rebotica y en ella siempre hay una cama sin hacer, un bocadillo de tortilla a medio comer, una chaqueta de chándal o un diploma inexplicable de acupuntor y algunos analgésicos caducados. Pero nunca debe haber oro para vender, ni informes de una 'Stasi' doméstica, furgonetas con matrícula insuficiente, ni tampoco un carro de billetes sin justificar.

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diariosur Es la cortina rasgada