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El coronavirus y la solana

INTRUSO DEL NORTE ·

En esta semana entra el calor. Una criatura puede ser contagiosa y venirse abajo a la solana. Seguro

Lunes, 9 de marzo 2020, 08:16

Que la calma cunda lo justo. Que el martes llega el calor, y lo que no pudo la OMS con sus científicos lo va a poder el terral. Con todo, el pánico no ha arribado y nuestra tierra sabe, frente a otras latitudes, diferenciar entre la precaución y la histeria. Lo que va entre lo que dice un buen médico como nuestro Trujillo y lo que cuenta un locutor que habla de virus como de seguros de coches.

Es verdad que la Conferencia Episcopal, en tiempo de mudanzas y quién sabe si de tribulaciones, ha recomendado que el beso al Santo se cambie por un qué sé yo: por una reverencia, por una genuflexión de los fieles y otros signos de que la fe se va multiplicando en la Cuaresma.

Acaso porque no besar a Cristo deja las creencias al albur de una recomendación sanitaria. Porque sé que poner al mismo nivel el concepto de «riesgo de contagio» que «actos de culto» es como comparar la Vida Eterna con la profilaxis. Es algo inaudito, pero el virus y también nosotros somos criaturas de Dios -y de la industria farmacéutica-, y con eso tendremos que ir tirando.

El virus vino de China, pero, de momento, las avenidas están abiertas, en los chiringuitos el fuego mata al virus, o así nos lo creemos, y vamos pasando el tiempo.

Cuando hay motivo, salimos a la calle y clamamos por la Igualdad, y eso aunque caigan los doce coronavirus de Oriente o las siete plagas bíblicas -si es que son siete-. Ayer fue el 8-M y el mundo entero se puso morado, conquistó lo que socialmente había que conquistar y hasta las familias menos manifestantas llevaban camisetas como dibujadas por Maitena.

Al coronavirus, como a la tristeza, se le viene combatiendo con jamón, caldo caliente, un baño en la Malagueta por donde pasa la corriente fría y birujona, la que en marzo nos dice que el Atlántico norte anda con la fresquera.

Aun así, cuando pasa un desembarcado o un snob con mascarilla, el malagueño sabe que, para exagerados, los que quieren ver y dejarse ver en estos días. Hay un jabón que huele a alcohol, pero en las tabernas más mías quizá siga habiendo serrín y una guita para que caiga un 'niágara' sobre el excusado.

La ciudad que pasea va viendo que, contra el virus, hay que ponderar el sentido común con la fuerza más íntima de nuestras convicciones. En el Materno, con toda lógica, han prohibido las visitas al paritorio.

Por lo demás, no vamos a permitir que un bicho infame ponga en jaque a Occidente.

En esta semana entra el calor. Una criatura puede ser contagiosa y puede venirse abajo a la solana. Seguro.

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