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Menos bronca, más vacunas y más movilidad
Carta del director ·
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Carta del director ·
La política vuelve a enfangarse con la elecciones de Madrid justo en el momento crucial de un plan de vacunaciones que no termina de coger velocidadNadie duda de que el lenguaje es una poderosa herramienta que, bien utilizada, sirve para una cosa y para la contraria. Y en eso son expertos los políticos, capaces de retorcerlo hasta límites insospechados para engañar a nuestro cerebro. Basta recordar esa frase que tanto ... gusta a las ministras de Economía y Hacienda: «Crecimiento negativo». Así suelen explicar cualquier batacazo en las previsiones de empleo o de desarrollo económico. Es como decirle a alguien que su salario va a tener un crecimiento negativo, pero que no se preocupe porque crecer va a crecer.
Viene esto al caso porque la Unión Europea y el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, dijeron en enero que cara al verano estaría vacunado el 70 por ciento de la población. Eso generó expectativas, sobre todo en el sector turístico, que empezó a soñar con el comienzo de la recuperación. Pero si se analizan los compromisos y el significado estricto del lenguaje lo cierto es que tanto la UE como el Gobierno dijeron 'en verano' y no 'antes del verano'. Una simple preposición cambia por completo el significado de las promesas, porque media un abismo entre que el 70 por ciento de la población española y europea esté vacunada antes del verano, lo que permitiría el turismo y el fin de muchas restricciones, y que ese 70 por ciento esté vacunado a finales de agosto, como anunció Pedro Sánchez. Esto último significa, ni más ni menos, otro verano perdido a medio gas.
Y así, con las palabras que parecen una cosa y significan otra, seguimos enredados en un plan de vacunación que no termina de coger velocidad. Porque está demostrado que España está preparada para vacunaciones masivas, pero el problema es que no llegan vacunas suficientes. Ese, y no otro, es el gran reto en estos momentos: hacen-falta-más-vacunas.
Cuando en todas las comunidades están por encima del 85,6 por ciento de dosis administradas sobre las recibidas (Andalucía está en el 96,4%) resulta evidente que habría una mayor capacidad de vacunación. Es triste que España y el resto de Europa hayan sido incapaces de garantizar un flujo mayor de vacunas. Es tal el fracaso que la propia Alemania se ha lanzado por su cuenta a la compra de vacunas rusas. La comparación con otros países, como Reino Unido o Estados Unidos, resulta sonrojante y frustrante.
Pero aquí, en España, andamos liados con las elecciones de Madrid, cuya bronca política mantiene sometido al resto del país a ese juego de espejismos, promesas y enfrentamientos más o menos teatralizados que supone cualquier campaña, con el agravante de que ahora todos los esfuerzos deberían estar enfocados en agilizar las vacunaciones. El centralismo político y también mediático de este país comienza a ser insoportable, como si sus actores creyesen que después de Madrid no hay nada.
El espectáculo vergonzante de esta semana en el debate organizado por la SER da muestra del nivel de la política y de la responsabilidad que tienen los partidos en la polarización y, sobre todo, en la violencia cada vez más peligrosa instalada en la agenda pública, una violencia que por cierto, y aquí reside uno de los riesgos de nuestro tiempo, comienza a ser ambiental, a trasladarse a la calle.
El análisis de lo ocurrido merecería varias páginas como esta, por lo que pasaremos sobrevolando con una única reflexión: ¿Reaccionaríamos igual si los diferentes protagonistas cambiaran de papel y de partido? Es decir, ¿de verdad pensamos y decimos lo mismo independientemente del partido o del político que cometa la barbaridad?
Lo peor de todo esto es que, en mi opinión, la política se ha futbolizado y muchos de los votantes son forofos de su partido, cuando no ultras. Y ocurre como en el fútbol, que lo que es penalti en un área no lo es en la contraria. Y así todo. Que nadie se equivoque: la política se ha convertido en un espectáculo zafio en el que muchos hooligans vitorean a los suyos para que golpeen más fuerte, para que den más patadas, para que ganen como sea.
Y hay equipos, quiero decir partidos políticos, que prefieren los campos embarrados, con poco fútbol y mucho juego sucio. Y me viene a la memoria aquel partido entre el Real Madrid y el Valladolid en el que, al saque de un córner, Míchel le manoseó literalmente los huevos a Valderrama. Pues eso, algo parecido, hicieron en el debate de la SER: decidan ustedes quién es Míchel y quiénValderrama.
¿Que si hay que estar en contra de la violencia y de amenazas como las recibidas por Iglesias, Marlaska y Gámez? Pues por supuesto, y sin ambages. Como se estaba en contra de todas las amenazas que durante décadas recibieron en este país políticos, periodistas, empresarios, militares, policías y ciudadanos, muchas de las cuales, lamentablemente, se hicieron realidad. Lo que ocurre es que aquellas nunca saltaron al ring político. Quizá por sensatez o quizá porque no se quería contribuir al miedo, al terror, al enfrentamiento y a la angustia que querían provocar sus autores. Quizá por responsabilidad y como gesto ciudadano heroico. Quizá porque eran otros tiempos.
Si pudiera decirles algo a la cara a los candidatos de Madrid y a otros muchos políticos les diría: paren, paren de una vez. Detengan ya esta escalada de violencia, enfrentamiento y polarización. Paren porque hay miles de muertos por Covid-19, porque hay cientos de miles de familias arruinadas y esperando que la máquina de la economía se ponga en marcha. Paren antes de que sea inevitable el destrozo que están provocando en la sociedad.
Y lejos de este centralismo tóxico, que oculta todo lo demás como una gran cortina de humo, sólo queda recordar lo importante. Y lo importante es vacunar, vacunar y vacunar y no tener complejos a acompasar la lucha contra el virus con las medidas para favorecer la recuperación económica y la movilidad. Pero eso sólo será posible si se abandona la bronca y se empeñan de verdad en hacer lo que todavía no han hecho: aumentar como sea el ritmo de las vacunaciones.
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