No hay toros en Sevilla, no. Porque, para unas cosas sí hay espacio y para otras no. Porque el virus, y quienes se valen de ... él han conseguido que lo cotidiano de la primavera sea algo extraño. El año pasado nos robaron la misma primavera y ahora van a por la normalidad de la estación florida. Y hasta ahí puedo leer.

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No hay toros en Sevilla, y lo de Madrid será una cosa descafeinada, sin el oro mudéjar del coso de la calle de Alcalá, que también en mayo nos gustaba irnos al palquito de Chapu Apaolaza a ver qué se cocía y qué decía el antiguo Rey cuando entraba a la beneficencia. Hay toros afeitados con mascarilla en el rabo, porque han afeitado la fiesta y quieren que los aficionados paguemos por eso.

Y sin embargo, con todo en contra, ha germinado en los medios el pique entre la verticalidad y el Arte, entre Morante de la Puebla (político) y José Tomás (retirado): o lo que es lo mismo, la esencia misma de la Fiesta después de tanto torerillo influencer 'metido a política'. No es que vayamos a volver a los tiempos aquellos de la religión currista, enorme, pero lo cierto es que Morante de la Puebla, frente a la burocracia del toro, ha ido a la sustancia: ¿cuándo y cómo y qué es el duende en la plaza?.

Aunque sea virtualmente, a uno le fascina que en los charcos del tuiter, como mentidero de estos tiempos, se vuelva a estas rivalidades taurinas de dos 'outsiders' que de dirimirán en un mano a mano cuando todo esto acabe y si hay algún empresario con gaoneras y valentía que le ponga plaza y fecha hasta este romance de valentía: cuando desde las instituciones que dicen cuidar la Fiesta salga una voz que diga que la recuperación empieza por las plazas, por no olvidar a la dehesa y por darnos a la gente de la Cultura una alegría.

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Pero vayamos al cotarro. Morante y José Tomás, La Puebla o Estepona, Picasso o Juan Gris, y aquí sí que hay que tomar partido. Porque elegir es valentía, es mundo y es formación del espíritu libérrimo. Yo he visto a ambos, y cuando las noches de insomnio me viene al magín de la memoria que no ha podido borrarme el secuestro civil aquella Feria y aquel Morante, que pegó un petardo para los papeles pero que visto a la distancia, y en aquella distancia, me dejó en la razón su quemadura.

Había que traer al Sur esta polémica que ha agitado la primavera tonta y trágica. Queda la Fiesta y sus eternos debates sobre qué es mentir y qué es engañar, ahora, justo ahora, que se encumbra al mentiroso que nos dijo que íbamos a salir más fuertes y que ha dejado la plaza en estado de catatonia. Este José Tomás vs Morante distópico y deseado es lo único que puede purificar el estercolero.

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