Se veía venir. Al final los organizadores de la Copa América de vela se decantaron por Barcelona como sede de este desafío, considerado uno de los grandes acontecimientos deportivos del mundo por la relevancia y difusión internacional. La Fórmula 1 del mar, dicen. A Málaga ... le dieron con la puerta en las narices a pesar del empeño del alcalde, Francisco de la Torre, que estaba convencido de las posibilidades de la ciudad para albergar el evento.
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Semanas antes de la decisión aparecieron en la prensa catalana varios artículos alertando sobre el crecimiento de Málaga como ciudad de moda y como entorno tecnológico, cultural y de vanguardia. Es decir, los medios alertaban del peligro de que Barcelona perdiese protagonismo y liderazgo frente al empuje de Málaga, hecho que se podía traducir como una llamada de atención para que las instituciones catalanas se pusiesen las pilas. Y lo hicieron de manera rotunda en el caso de la Copa América, poniendo dinero sobre la mesa y convenciendo así a los organizadores. Visto lo visto, Barcelona no podía permitir quedarse al margen y agudizar la sensación de parálisis.
Pero al margen de la reacción de Barcelona, esta decepción debe ser una llamada de atención para reflexionar sobre el futuro de Málaga y cuál debe ser su estrategia como gran ciudad para ser sede de grandes eventos. Porque la primera conclusión es que a Málaga le falta capacidad de influencia en instituciones del Estado y de Andalucía para acometer grandes empresas y proyectos. No es suficiente el afán del alcalde ni siquiera su insistencia. Es preciso profesionalizar más todo lo relativo a la proyección de la ciudad y captar talento para lograr estos objetivos. Y, además, despojarse de complejos y prejuicios, especialmente a la hora de afrontar inversiones. El nuevo salto de Málaga para convertirse en una ciudad de referencia mundial albergando grandes pruebas deportivas, congresos o exposiciones internacionales no puede depender sólo de las llamadas o cartas del alcalde y de sus pequeño grupo de colaboradores. Este objetivo requiere mayores inversiones y un equipo de personas con medios suficientes para competir a nivel mundial.
De hecho, ya se escuchan advertencias sobre la necesidad de fortalecer la candidatura de Málaga para la exposición de 2027 si realmente se quiere ser la ciudad elegida. Es verdad que en este asunto se echa en falta un mayor respaldo institucional, porque da la impresión que siempre ponen en duda la capacidad de Málaga a la hora de afrontar metas de relevancia.
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Ya ocurrió cuando De la Torre planteó que la ciudad albergarse la sede de la Agencia Europea del Medicamento con motivo del 'brexit'. Nadie creyó nunca en las verdaderas posibilidades de Málaga. Ni la entonces presidenta de la Junta, Susana Díaz, ni el entonces presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy, que prefirió utilizar el asunto como moneda de cambio para satisfacer y contentar a los catalanes. De la Torre predicó en el desierto, algo que quedó como una espina clavada que aún le causa dolor.
Por ello es preciso ganar influencia en los grandes centros de poder, trabajar con una mayor previsión y, sobre todo, involucrar a todas las entidades públicas y privadas que sean posible. Llama la atención que, por ejemplo, el Ayuntamiento de Málaga no cuente más con la Confederación de Empresarios de Málaga en el proyecto de la Expo 2027 a pesar de que ellos estuvieron en la génesis de la idea.
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Hay que reconocerle al alcalde su visión para avanzar en una nueva dimensión internacional de la ciudad como entorno creativo y tecnológico a través de palancas como la Copa América o la Expo 2027, pero también es preciso recordar la importancia de generar equipos de trabajo transversales más allá del propio ayuntamiento capaces de atraer talento, ideas e innovación para beneficio de la ciudad. Si Málaga quiere pensar a lo grande, debe también trabajar a lo grande. Y eso solo es posible con medios económicos y humanos.
Que Málaga está de moda es una realidad objetiva. Así lo demuestran la llegada de grandes empresas tecnológicas y el boom turístico. Pero ya se sabe el riesgo de morir de éxito si no se toman las decisiones adecuadas. La cura de humildad que significa haber perdido en la carrera para albergar la Copa América es una buena oportunidad para replantear cómo Málaga afronta este tipo de retos y lo que necesita para jugar en las grandes ligas.
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