Casi todos somos contingentes
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Una ciudad del mismo nombre, pero distinta, donde lo único permanente es el alcaldeAlcalde, todos somos contingentes, pero tú eres necesario. Y ahí está el alcalde de alta, incombustible, ¿de qué madera está hecha el alcalde? Lo de contingentes y necesario es una de las decenas de frases gloriosas que nos dejó la película 'Amanece, que no es poco', de José Luis Cuerda, quien pasó por el Aula de Cultura en mayo de 2013. Al alcalde lo operaron de una lesión cerebral el sábado y el martes ya pisó las calles nuevamente. Hace justo dos años, en abril de 2018, participó en el Aula de Cultura el director de Oncología de los hospitales públicos malagueños, el prestigioso Emilio Alba, quien habló del cáncer y el prometedor futuro de su cura, aunque auguró peligros mayores en forma de virus que entonces nos sonaron a ciencia ficción y ahora fíjate tú. Vivimos esos peligros mayores y nos refugiamos en casa, como nos recomiendan las autoridades, algunas más competentes que otras. Podremos salir a la calle pero de otra forma, guardando las distancias, nosotros que somos más de invadirlas. Llegará el verano y escaparemos de nuestras plazas, que tienen mala sombra, y si la mujer del alcalde no lo remedia, tras cada esquina aparecerá él para mirarnos con cordialidad y asentir a modo de saludo. No todos cumplen las normas como deberían y en un barrio no alejado del mío han detenido a 32 personas que asistían a una pelea de gallos.
En Palermo la policía ha detenido a decenas de jóvenes que disfrutaban de barbacoas en las azoteas y cuando llegó el helicóptero policial les lanzaron fuegos artificiales. En Holanda verán estas noticias y ya veremos. Un conocido me envía el enlace de un periódico argentino que informa de un Pablo Aranda que no era yo, que me subo por las ramas, caminando por los tejados. Un vecino lo vio así, de noche sobre los tejados, y sopesaría una serie de alternativas de actuación de distinta índole, resultando ganadora la de dispararle y ahora Pablo Aranda, ése, ya no más. En Argentina existía un Pablo Aranda perfeccionado pues no parecía aquejado de vértigo y ahora ya no. Siento un dolor fuera de mí, pero muy cerca. El mundo está cambiando y septiembre, que es cuando los matrimonios de siempre se separaban, se va a llenar de bodas y de comuniones, tal vez de procesiones, un septiembre sacramental en una ciudad que parecerá otra aunque se llame como la de siempre, como si de repente alguien que no somos nosotros, pero en el fondo sí, subiera a un tejado en la zona del Parque Saavedra, y caminase casi volando. Hubo que matarlo. Pocas cosas serán la misma, sólo de una podemos asegurar la permanencia, con alegría: la presencia del alcalde, sano.
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