Tras las primeras dudas y aquella puesta en escena gubernamental en la que argumentarios y activistas llegaron a contraponer leyes y democracia, los caminos se han despejado para el Tribunal Constitucional. La buena noticia, que deja en amago una enfebrecida pero fugaz crisis institucional, ha ... dado paso a nuevos horizontes a analizar. Para empezar, habrá que estar atentos a la elección de presidente para el Alto Tribunal. De hecho, la mayoría parece inclinada a dividirse entre los partidarios del viejo jurista –curtido en mil batallas y con la toga salpicada del 'polvo del camino'–, Conde Pumpido, y la catedrática de Derecho Constitucional María Luisa Balaguer. La nueva realidad ha dado paso al confesado propósito constructivista de la magistrada Balaguer, «es necesario superar la ley». Antes de ello también se ha sabido que la nueva integrante del organismo máximo intérprete de la Constitución, María Luisa Segoviano, avisa de que el llamado derecho de autodeterminación –aún la clara jurisprudencia emitida al respecto– es algo que «merece ser estudiado». En este caso cabe recordar que nuestro texto constitucional dice en su artículo 2 –literalmente– que «la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles...». Parece un texto sin misterio posible –ni jurídico ni político o social–, al que resulta poco adecuado darle más vueltas, pues su letra no admite duda alguna, sea cual sea el punto de vista. En fin, son fases en las que los acontecimientos parecen empeñados en servirnos más suspense y emoción de los que merecemos, olvidando que los ciudadanos precisan de la estabilidad, siempre que sea posible. Es humano querer dejar cada cual su genuina impronta, tras su autoría protagonista allá donde pueda, pero el límite de la autoestima y el amor propio está en la responsabilidad y el indeseable desahogo, nadie debe sufrirlos que no sean sus causantes. Las posiciones jurídicas teórico-doctrinales son muy respetables siempre que no caigan en el intolerable ejercicio de someter a la sociedad a las nefastas consecuencias de la irresolución o la injusticia. El constructivismo interpretativo del derecho positivo no es una técnica jurídica, sino ideológica, y, por tanto, su aplicación merma las garantías sociales hasta dejar en manos individuales lo que pueda ser, más allá de lo previsible. La democracia se fundamenta en el imperio de la ley, la ley democrática, no la voluntad personal académica de nadie ni sus planteamientos, que, por sabios que sean, no pueden ser impuestos. La pregunta del momento será si Sánchez va a conformarse con una elección libre del presidente del Constitucional, si intentará imponer sus deseos en esta fraterna competición y, si es así, las posibilidades para conseguirlo. Conde o Balaguer, ambos de extracción socialista, pero una más libre que el otro, o así lo parece. Son tiempos en los que el PSOE quiere 'centrar su oferta política' para parar la pérdida del voto moderado y servir un enfrentamiento intestino, como parece servido, no le ayudará. No hay tiempo, con superdomingo electoral el próximo 28 de mayo o sin él, este es año de elecciones, no caben más errores.

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