En la vida hay muchas guerras, no necesariamente de carácter militar, sino enfrentamientos hostiles, en los que, si no te va la vida, sí que se arriesga el estatus, la carrera y la verdad. En estos días el conflicto político interno del PP ha estallado ... de forma innegable y cuesta divisar con nitidez el horizonte y, sobre todo, es harto complicado tomar bando, decidir quiénes somos 'los buenos'. Cuando los enconos colectivos o individuales se hacen patentes, la experiencia aconseja hacer un alto en el camino y que los protagonistas o sus representantes se paren a hablar entre ellos por todo lo que está en riesgo. Una reunión de alto nivel donde analizar las razones de cada parte, los objetivos y las condiciones de cada cual que, si se aceptasen, podrían cambiar la escalada de incidentes y neutralizar la llegada de más acciones a la contra. Si el diálogo finalmente se entabla y puede llegar a pactarse, aunque sólo sea parcialmente, los pasos a seguir deben ser cosa de todos.
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La elevación a público de las graves diferencias entre la dirección del Partido Popular y la presidencia de la Comunidad de Madrid no es un conflicto limitado, no es una discordancia local, es una pugna de incalculable alcance que lleva a una división más que peligrosa. Las consecuencias de este estado de cosas afectan y pueden llegar a condicionar el desarrollo de acontecimientos de carácter nacional. Hay que ser conscientes de que esta situación llena de inconvenientes la política general y hasta los legítimos intereses de muchas personas, pueblos, ciudades, proyectos y gobiernos de todos los niveles. Por tanto, no va a caber esparcir sobre el fuego un poco de espuma que apague el foco, van a hacer falta grandes dosis de sacrificio y esfuerzo e importantes medidas para atajar esto que ahora pinta completamente negro. Para empezar, como dice Núñez Feijóo, hay que empezar por pedir públicas disculpas a toda España.
Al presidente corresponde asumir la responsabilidad de templar y cerrar este importante error y su terrible espectáculo, recuperando el diálogo y la unidad. Resolver este suceso pasa necesariamente por dimisiones y ceses. No es buena idea continuar con un pulso de partidarios -unos contra otros y subjetivo recuento-. Si no es posible el entendimiento entre las partes para convenir una tabla de mínimos, si lo único que pueden ofrecer es el estallido de las relaciones y todo lo que ello puede significar, habrá que tomar iniciativas extraordinarias para salvar la nave. Está en cuestión la forma de actuar de los actores principales de esta escena tan alarmante, habría pues que examinar la actuación de cada cual, analizarlas y tomar al menos dos tipos de decisiones: una inmediata, excepcional y de procedimiento y otra colectiva y de futuro. Es delicado concretar más pero no hay demora posible y si los inmediatamente obligados no resuelven, otros lo harán. Hay mucho en juego, mucho más que el riesgo de un grupo de intereses o la posición ideológica de una parte de la sociedad, está en juego también una parte importante de la democracia.
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