Confinarnos la primavera
INTRUSO DEL NORTE ·
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INTRUSO DEL NORTE ·
La pandemia no nos puede volver monoreunonales, que es el sueño dorado de Iván RedondoEn una crisis, los tiempos de gracia son tiempos de muerte. Desde un principio, el Gobierno desdeñó a la oposición y con eso, con los tests del baratillo y el realismo mágico de las encuestas, vamos viendo que alguien ha ido poniéndole un sello oficial a la catástrofe. La peor pesadilla.
Ir a por una birria de tests a China, el carajal con los recursos, el gasto de tiempo y dinero en los telediarios... y todo, en suma, para culpar a Aznar hasta de la muerte de Manolete.
Yo sé que sobre el terreno, sin fecha para salir del túnel/búnker, nos ha dado por la ñoñería liberadora de los balcones. Y lo veo con cariño y ternura, pero hacen falta máscaras y no anuncios de turrón.
También sé que Spiriman podría decir lo que dice sin tantos gritos histriónicos, pues es desde la calma urgente -y no desde la histeria- donde los médicos siempre han sanado a los enfermos.
De momento, este Gobierno amateur, con síntomas escondidos y con las santas posaderas de Iglesias en el CNI, nos ha robado la primavera. A Sánchez le ha ido comiendo el podemismo, Calviño ya no está y la economía empezará a ser de subsistencia, de mala subsistencia.
Sólo nos quedan la esperanza, los buenos libros, las películas tontas, el desiderativo de que el terral se adelante y se cepille a este zoológico microbiano. Y que los epidemiólogos nos den la libertad y que podamos hacernos un vivac en el pico del Torrecilla una noche de junio.
Yo sé también que en un hospital a tres horas de coches ha habido un motín, que al personal de Salud Mental lo dejaron sin protección alguna, que quienes mueren por coronoavirus no han muerto por coronavirus, sino sospechosos por COVID-19, lo que es el eufemismo para que las estadísticas de muertos no se lleven por delante a quienes debería llevarse por delante. La justicia.
Ahora es tiempo de que los blanditos bailen en el televisor y en los balcones, pero también para que la masa pensante que quede por aquí sea capaz de conjurarse para que, en tiempos de guerra, estemos ya vacunados de estos infames.
En mi confinamiento, sin luz del sol y con dos andaluces con los que sumamos más de 200 años, hemos descubierto la magia de la baraja española, rodamos una comedia en Instagram, nos acostamos pronto y la paz vale lo que valga un Camel, que suele estar racionado por mi menda para evitar motines leves.
En el peor momento, la unidad es también la crítica. La pandemia no nos puede volver monoreunonales, que es el sueño dorado de Iván Redondo.
Piensen de quién es la culpa de este largo secuestro, de los graves errores y hasta de esta primavera que se nos ha hurtado. Y que es una pena.
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