Mañana es 1 de noviembre, día de todos los santos, la fiesta de los difuntos. Mezcla de festividad católica y de ancestrales ritos paganos presentes desde siempre en nuestras tradiciones, las que nos llevan a comer huesos de santos y buñuelos, a visitar los cementerios, ... de cuerpo presente o a través de la memoria, y las que nos recuerda los relatos de nuestros mayores sobre las procesiones de las ánimas. Todo un ambiente que tiene como común denominador a los que se fueron para no volver, a nuestros muertos. Todas las personas, todas las familias, contamos en nuestro patrimonio sentimental con nuestra lista de 'bajas', los que fueron importantes en nuestras vidas y ya no están. Al principio de la ausencia no hay consuelo, los que los queríamos y seguimos queriendo lo pasamos mal, muy mal. Cada cual lo lleva como puede y como suele suceder el día a día nos ayuda para que ese recuerdo no siempre implique dolor, y que la sonrisa y los buenos momentos vividos también tuvieran su oportunidad en el luto que siempre viene detrás de la muerte de un ser querido. El tiempo es el mejor aliado, te permite convivir mejor con ese doloroso pesar por la falta en nuestras vidas de los nuestros, convivencia que cada cual construye con recuerdos que al principio te dejan sin habla y con los ojos vidriosos, pero que llegado un momento (si todo va bien y la melancolía no te ataca), te sirven para rememorar los días en los que la persona que falta te hizo reír y disfrutar con una mirada, palabra, o cualquier otra forma de expresar el cariño. De esta forma la vida se hace más soportable y conseguimos una pequeña victoria frente a la innombrable, nuestros muertos siguen en nuestro corazón con nombre y apellidos, y a veces consiguen que algunos intentemos ser mejores personas, con el deseo de que cuando nos toque te recuerden por algo más que una inscripción en el Registro Civil. Convertir el dolor por su ausencia en bondad como homenaje a su recuerdo es el mejor servicio que la persona puede dar en el último paso.
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Una foto, ese instante irrepetible al que te agarras, es mucho más que un trozo de papel amarillento cuando te ayuda a recordar. Como pasa también en otras familias, algunos de los que estaban ya nos faltan: Manolo, mi hermano, y Antonio, mi padre. Como creyente y con la esperanza del reencuentro, si están en nuestra memoria, nuestro corazón se encarga de que nunca salgan de nuestras vidas. Mañana no dejaré de mirarla y hablar con ellos de nuestras cosas en el silencio del inevitable monólogo, riendo con sus recuerdos y añorando su presencia. Y a pesar de Halloween, comiendo castañas asadas y viendo en la tele 'Don Juan Tenorio'.
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