Con las cosas de comer no se juega
A cada uno lo suyo ·
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A cada uno lo suyo ·
Los precios agrarios son el resultado de una desigual capacidad de negociaciónEl campo estalla de forma periódica, en especial cuando confluyen una situación de desesperación por la debilidad de los pequeños y medianos productores agrarios (algo por desgracia estructural) y la oportunidad para hacer valer su situación a la opinión pública. No hablo del productor desde la lejanía, aquel que se limita a invertir para ganar (y a veces a perder) con sus cultivos o su ganadería, como una legítima opción de creación de riqueza, pero con la garantía de otras fuentes de ingreso ajenas al campo. Me refiero a los que viven de su trabajo directo (sea por cuenta propia o asalariado) con el tractor, el establo y los madrugones para alimentar al ganado, a los que machaca en su economía el abuso de posición dominante que ejercen parte de la industria y la distribución sobre los productores de alimentos. Cuando los precios que obtienen los agricultores y los ganaderos no cubren sus costes de producción, la renta agraria se va al garete y en nuestros pueblos se seguirán cerrando escuelas, comercios y la esperanza de una vida digna en el entorno rural.
Los precios que los agricultores y ganaderos obtienen por sus productos son el resultado de una desigual capacidad de negociación en la cadena agroalimentaria: la gran industria y distribución son pocos y muy poderosos y los agricultores muchos, débiles y poco organizados en la defensa de sus intereses colectivos. Unas ayudas públicas recortadas y las barreras comerciales a muchos de nuestros productos (en especial los aranceles de EE UU) acentúan los problemas de un sector que se siente maltratado por los poderosos, pero también incomprendido por la mayor parte de la opinión pública. Sin las mujeres y hombres que viven y trabajan en el campo, tendríamos que acostumbrarnos a comer ladrillos, ropa, móviles o libros. Y eso no es sano, más bien es letal. Además, gracias a ellos hay aún esperanza de preservar un mundo rural vivo frente a la despoblación, sin olvidar el papel que pueden desempeñar con su actividad en defensa del medio ambiente frente a los incendios y la desertificación.
Cometen un error (o mienten) los que, desde ciertos sectores de la izquierda, valoran estas protestas del agro como las de la «derecha terrateniente y carca», simplificando de forma grosera un problema complejo y confundiendo a los agricultores con algunos manifestantes que provocaron violencia hace unos días en Extremadura (la misma que siempre debe ser condenada, también la de los antaño idolatrados 'antisistema'). Y también se equivocan (o mienten) algunos neoliberales de la derecha que están demonizando la subida del SMI como la ruina de la agricultura, cuando los males de la economía agraria son muy anteriores a esta medida; de hecho, no aparece en la tabla reivindicativa del sector protesta alguna frente a la misma. Las soluciones no son fáciles, pero en mi opinión deben pasar por reformas legales que hagan compatible la libre competencia con la defensa del sector agrario por razones de interés general. Con las cosas de comer no se juega.
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