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Sr. García
El Cojo Manteca llega al Congreso

El Cojo Manteca llega al Congreso

Manuel Castillo

Málaga

Domingo, 4 de octubre 2020, 09:33

Si hay algo que está generando la política en muchos ciudadanos es desconcierto. Al margen, claro, de inquietud. Y ello porque el día a día está cargado de contradicciones que, difícilmente, pueden entenderse fuera del ecosistema tóxico del Congreso de los Diputados. Viene esto a cuento porque es habitual escuchar a muchos representantes públicos reclamar tranquilidad y unidad después de que ellos mismos hayan sido los culpables directos de provocar la confrontación y, por tanto, el nerviosismo.

Este nivel de cinismo se ha apoderado de la vida política hasta extremos inaceptables y están provocando un nivel de estrés insoportable para los ciudadanos. Pocos reparan en los riesgos de este malestar en la calle y, sobre todo, de la amenaza que supone la crisis económica que se avecina.

Hay diputados e incluso ministros que recuerdan al 'Cojo Manteca', aquel joven punk radical, de nombre Jon Manteca, elevado a la categoría de icono en la España de finales de los 80 en las revueltas estudiantiles. La paradoja es que él no tenía nada que ver con las reivindicaciones universitarias, pero encontró en las manifestaciones la excusa perfecta para destrozar mobiliario y liderar altercados con la policía. «Paso de los estudiantes; lo que me gusta es tirar piedras», decía en una de las muchas entrevistas que le hicieron. El hecho de que le faltase una pierna y que se desplazara a gran velocidad con sus muletas delante de los antidisturbios elevó aún más su leyenda, hasta el punto de que medios como el 'New York Times' o el 'Herald Tribune' les dedicaran sus páginas a este veinteañero vasco que pedía unas monedas por las calles de Madrid. Lo entrevistó Quintero en el 'Perro verde' y el maestro Alcántara le dedicó en estas mismas páginas uno de sus artículos, 'Réquiem por el Cojo Manteca'. Y escribió: «Todo el mundo protesta por algo, pero él protestaba por el mundo. Enarbolaba sus muletas, que eran como la tizona y la colada de este campeador suburbano y alcanzaba los más altos objetivos. Era un amateur del destrozo, un D'Artagnan de los escaparates, un Atila de las aceras. Cojo como Lord Byron, como Quevedo, pero sobre todo cojo como Silver, el pirata de 'La isla del tesoro', se sumaba gustosamente a todas las manifestaciones».

No quiero ni imaginar qué hubiera sido de todo esto en los tiempos de las redes sociales, aunque visto lo visto fue quizá un adelantado a su tiempo.

Y me recuerda a ciertos políticos porque a ellos, como le ocurría al Cojo Manteca con la Educación, no les interesa España, sino tirar piedras. Y en eso estamos. En los sillones del Congreso de los Diputados hay antisistemas que se mueven dialécticamente con la misma habilidad que lo hacía Jon con sus muletas y que rompen consensos como él hacía añicos los escaparates. El Cojo Manteca era uno de esos antihéroes que tanto gustan y que tantos adjetivos inspiran en periódicos, revistas y televisiones, pero no dejaba de ser un pobre hombre inadaptado, un juguete roto del que hablaron en el 'New York Times', un icono que murió joven de sida.

Personajes como Rufián, Echenique y Ortega Smith; ministros como Iglesias o Garzón, o el propio Torra, Puigdemont y tantos otros han entrado en la política española como el Cojo Manteca en la Puerta del Sol, dispuestos a todo y contra todos. Pero la gran tristeza es que la propia leyenda del Cojo Manteca, la censura pública y el ensimismamiento de los medios ocultó el verdadero problema y las reivindicaciones de los estudiantes de la época, como bien explica José Ramón Rodríguez Prada en el libro 'Conflicto y reforma en la educación' (Traficantes de Sueños). «La violencia practicada por maleantes y resentidos no representaba a la juventud, eran gente equivocada, anarquistas, okupas, barriobajeros, macarras, etcétera», escribió Rodríguez Prada y que recoge el periodista Henrique Mariño.

Y esto es lo que está pasando en España. No hay que dejarse deslumbrar por los golpes de efectos, ni siquiera hay que caer como sociedad en las provocaciones. Hay que centrarse en lo verdaderamente importante que se esconde detrás de las palabras, los tuits, las entrevistas...

Detrás de tantos 'cojos manteca' que hay en el Congreso de los Diputados hay un verdadero problema que está poniendo en riesgo la estabilidad del país, su modelo de convivencia, las libertades fundamentales, la unidad territorial y el propio modelo de Estado que ampara la Constitución.

Como ocurrió entonces, cuando mirábamos al Cojo Manteca y nos olvidábamos del verdadero problema de la Educación, hoy se corre el riesgo de distraernos con la bronca, con las malas formas, sin fijarnos en el fondo.

Es preciso reflexionar sobre todo lo que está ocurriendo e intentar incorporar voces solventes a un debate político vacío, interesado y partidista. En su artículo de esta semana, el escritor Antonio Soler escribía sobre todo ello en su artículo 'Republicanos' y recordaba que un buen amigo suyo sacaba a colación lo que le había comentado un socialista: «Cuánto habrá girado la rueda del reloj ideológico para que los republicanos debamos y queramos defender la monarquía». Soler añadía: «Y eso es lo que en estos momentos se hace necesario. Esa defensa. Algo en lo que el PSOE está cojeando. El PSOE debe dar un claro paso adelante para impedir esa deriva, como ha hecho Felipe González al hablar de la republiqueta a la que algunos aspiran».

La España de la pandemia y la crisis económica se ha convertido, incomprensiblemente, en una algarada política descontrolada y que ha transformado las calles del diálogo y el consenso en un campo de batalla donde arden contenedores y saltan por los aires cristales de los escaparates. Pero cada vez que veamos correr en nuestra imaginación al Cojo Manteca, recordemos que no hay que distraerse con las piedras sino centrarse y tomar en serio a aquellos que lo que realmente quieren es derribar los cimientos de nuestra convivencia.

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