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En las ciudades ya no cabe ni un alfiler
Carta del director ·
Urge repensar el modelo de los entornos urbanos para hacerlos capaces de gestionar el crecimiento bajo criterios de sostenibilidadSecciones
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Urge repensar el modelo de los entornos urbanos para hacerlos capaces de gestionar el crecimiento bajo criterios de sostenibilidadLas aglomeraciones en las ciudades durante el macropuente de la Constitución y la Inmaculada y en general durante todos los fines de semana son un toque de atención para lo que puede suceder en un futuro no muy lejano: los núcleos urbanos son incapaces de ... absorber una concentración tan alta de personas y coches y, además, muestran síntomas de agotamiento como espacio de entretenimiento y ocio. No cabe ni un alfiler. Y hablamos no sólo de Málaga sino de la mayoría de las grandes ciudades. Madrid y Sevilla son otros ejemplos cercanos.
Aún está por ver qué impacto está teniendo la pandemia en nuestro estilo de vida y en el evidente cambio de hábitos de consumo. Es cierto que se está viajando menos al extranjero a causa de las restricciones por el Covid, pero resulta difícil creer que ese sea el único motivo de la masiva afluencia que experimentan los centros históricos como el de Málaga. Hay gente por todas partes y en todas partes.
Y eso no tiene por qué ser negativo, ya que resulta evidente el movimiento y la actividad económica que genera. Pero tampoco se debe mirar a otro lado, abrazados a la autocomplacencia: hay que estar atentos para no morir de éxito, porque las aglomeraciones comienzan a ser un factor perjudicial para el turismo y el ocio. Las colas, hay que reconocerlo, se están convirtiendo en el mal endémico de nuestro tiempo y, al mismo tiempo, en un perverso símbolo del interés. No hay atracción, destino o lugar que se precie que no tenga, al menos, su espera de 45 minutos.
Pero si en los destinos puramente turísticos esta masiva afluencia de personas es un inconveniente, en las ciudades está comenzando a ser un serio problema de difícil solución. Y más aún cuando, por un lado, los ciudadanos seguimos empeñados en llegar con el coche hasta la misma puerta de nuestro destino y, por otro, las administraciones públicas tardan en ofrecer soluciones eficaces a la movilidad a través del transporte público.
No cabe duda de que las soluciones son complejas, pero es preciso plantearse qué hacer si no se quiere provocar un colapso y, lo que es peor, hacer más inhóspitas e incómodas las ciudades. Málaga aparece con cada vez más frecuencia en listas de las mejores ciudades del mundo donde vivir, trabajar o invertir. Eso, al margen de ser un atractivo indiscutible, debe animar a profundizar sobre qué modelo de desarrollo queremos adoptar y cómo reducir el riesgo de colapso por éxito.
Y quizá uno de los primeros retos debería ser pensar en qué hacer con los coches y cómo favorecer la utilización del transporte público de una manera cómoda. Al igual que se hicieron aparcamientos subterráneos, ahora es el momento de plantearse en Málaga grandes bolsas de estacionamientos disuasorios conectados con el futuro metro al centro, con el cercanías y con autobuses. El transporte público sólo será eficaz en este caso cuando sea rápido y cómodo.
De la misma forma hay que responder a una pregunta: ¿se prefiere calidad o cantidad de visitantes? ¿Tienen sentido cruceros que no son puerto base y que durante horas inundan la ciudad de turistas que apenas dejan unos euros en souvenirs y que incluso vuelven al barco para almorzar? ¿Se quiere cantidad de turistas a toda costa o turismo de calidad?
Y ante todos estos interrogantes, algunos más: ¿Qué modelo de ciudad queremos para los residentes? ¿Cómo hacer más habitable la ciudad, y por extensión toda la provincia de Málaga, para quienes vivimos en ella? ¿Queremos de verdad ciudades para vivir o sólo ciudades para trabajar?
La sanidad, la educación, el respeto medioambiental, la movilidad, el acceso a la vivienda, el encarecimiento del nivel de vida, la cultura, el deporte y el desarrollo económico deben ser tareas que nos preocupen y nos ocupen a todos, a las administraciones públicas pero también a los ciudadanos.
Málaga es uno de los mejores lugares del mundo para vivir y trabajar por sus condiciones de vida, por su clima, por su ritmo y por el equilibrio entre urbe y naturaleza. El día que dejemos de ser Málaga para ser otra cosa, para ser otra ciudad, perderemos lo que verdaderamente nos hace diferentes. Y entonces querremos ser otra cosa y quizá añoremos lo que somos ahora.
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