La ciudadanía habla, pero la política no escucha
Carta del director ·
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Carta del director ·
Los resultados de Madrid son difícilmente extrapolables al resto de España, pero dan pistas sobre el nuevo escenario políticoSi hay alguna conclusión evidente de las elecciones de Madrid es que se ha votado con las tripas y con el bolsillo. Alguno puede pensar que siempre ocurre así, pero quizá en estos comicios se ha evidenciado de forma más clara. Si pudiera hacerse un ... ejercicio demoscópico sobre ello, quizá saldría que ganó el voto de castigo, ganaron los votos contra Pedro Sánchez, contra Pablo Iglesias, contra Inés Arrimadas. Y en medio de este río revuelto pescaron Isabel Díaz Ayuso y la candidata de Más Madrid, Mónica García.
Empecemos por los grandes perdedores. La nueva política firmó el penúltimo capítulo de su serie, que arrancó hace siete años con enorme éxito y está culminando rodeada de indiferencia, reproches y contradicciones. No se puede negar el papel que en sus inicios protagonizaron Ciudadanos y Podemos, ayudando a reenfocar la vieja política, a resituar al electorado y a replantear nuevas formas de entender el juego de tronos político. Pero la realidad es tozuda y demuestra que la nueva política se está muriendo de vieja en apenas un lustro y la vieja política resiste con su habitual mala salud de hierro.
La desaparición de Ciudadanos en Madrid será, salvo sorpresa mayúscula, el comienzo del desmoronamiento de la formación naranja en el resto de España. Pero su desintegración comenzó hace años, cuando Arrimadas, después de un triunfo histórico e ilusionante en Cataluña, aunque insuficiente, renunció a la batalla y se fue a Madrid. Luego Albert Rivera soñó con ser presidente del Gobierno o, cuando menos, líder del centro derecha español, y se llevó un bofetón electoral. Y como colofón, Arrimadas jugó a no se sabe qué, a una especie de multibisagra imposible hasta que cayó en las redes de Moncloa en una operación suicida para sacar al PP de Murcia. Seguro que Arrimadas está llena de buenas intenciones, pero nunca un cervatillo puede fiar su futuro a caminar por territorio de hienas. Sólo hay algo peor que la derrota: la indiferencia. El electorado le ha dado la espalda a Ciudadanos. Y eso tiene poca solución.
Pablo Iglesias hizo su última gran actuación, su última performance estudiada y meditada. Iglesias es como el bufón Leo Bassi, pero con menos convicciones y con muchas más contradicciones. Si se analiza su trayectoria política, se puede observar desde la objetividad su enorme toxicidad. Todo su entorno de amigos, compañeros, colaboradoras, ideas y compromisos fue desmoronándose paulatinamente hasta que se quedó prácticamente solo y acabó devorándose a sí mismo. Iglesias ha sido uno de los políticos más tóxicos de la historia reciente de España y ha terminado movilizando mucho más a los que le odian que a los que le aman. Y su final acabó recordándome al dedazo de José María Aznar con Mariano Rajoy. Iglesias, en un alarde más de narcisismo presidencialista, ungió como nueva líder de Unidas Podemos y sucesora a Yolanda Díaz. Y nadie rechistó. Es triste y paradójico que las asambleas y anillos de Podemos terminen con un dedazo de Iglesias. Y falta por saber si la ministra Irene Montero correrá la misma suerte de Ana Botella, que llegó a ser alcaldesa de Madrid cobijada en la sombra de Aznar, y acabará también fuera de la política. Qué paradoja todo. Siempre quedará la hemeroteca para recordar los momentos estelares de Pablo Iglesias y enfrentarle a su espejo. Daría para una obra de Bassi.
Y entre los perdedores figura también el PSOE de ese señor soso que cometió el gran error de hablar y comportarse al dictado de Pedro Sánchez e IvánRedondo. A ese señor soso lo manejaron como una marioneta hasta que se dieron cuenta del inminente descalabro y lo dejaron arrumbado con sus buenos modales y su lealtad al socialismo esencial. Y la bofetada a Sánchez impactó en el rostro de Gabilondo y le dejó la cara como aquel puñetazo se la dejó a Mariano Rajoy en un mitin en Galicia. Ironías en una campaña llena de amenazas chusqueras que terminaron socavando a quienes hicieron uso de ellas o lo intentaron.
Vox queda en tierra de nadie. Más o menos lo mismo. Ellos a lo suyo y los suyos a lo de ellos. Ocurre eso cuando no hay discurso o el discurso no va más allá de sentimientos primarios irracionales. Pero ellos jalean y hay quienes necesitan ser jaleados. Vox es hoy una caricatura, un espacio donde los desencantados de la derecha del PP encontraron un lugar donde reconocerse. Pero esa fiesta empieza a cansar a su electorado, como cuando en la feria de agosto empieza a amanecer y ya sólo quedan en las casetas los más intensos.
En el apartado de ganadores, PP y Más Madrid se llevan los laureles, pero con matices. El 'sorpasso' de la formación de Mónica García al PSOE evidencia la enorme brecha abierta en el socialismo madrileño. Y una de las claves pudo ser que Más Madrid fue más Podemos que Podemos y más Izquierda Unida que Izquierda Unida. Más Madrid fue un partido a la izquierda del PSOE sin la testosterona y el narcisismo de Iglesias y Sánchez. Y pescó votos a un lado y otro desde la sensatez. Quizá Mónica García, como también reconoció la propia Díaz Ayuso, tuvo muchos votos prestados.
Y Díaz Ayuso arrasó por entender bien la calle y por escucharla. Hoy la gente quiere que le hablen de recuperación económica y de vacunas. Y sí, de libertades. Porque esa bandera de la libertad estaba ahí tirada sin que nadie le hiciese caso.La cogió Díaz Ayuso como la pudo coger cualquier candidato. Y con ello conectó con eso tan complejo que es 'la gente'. Ayuso ganó porque esa gente estaba muy cansada de los demás y encontró en ella una aliada.
Y cuando nos preguntamos por los efectos de Madrid, la realidad es que es complejo extrapolar los resultados a otras comunidades. Sobre todo porque Madrid tiene particularidades que no comparte, por ejemplo, con Andalucía. Lo importante es que haya quien sepa escuchar y entender lo que ha pasado allí. Y por eso en Andalucía el impacto será muy menor. Juanma Moreno defiende, con razón, que los andaluces quieren vacunas y recuperación económica y que no entenderían una elecciones en clave partidista. Y ese análisis es, quizá, la mejor interpretación de los resultados de Madrid. Y por lo mismo, el PP de Andalucía quiere darle tiempo y oxígeno a Ciudadanos para que se recomponga, porque hoy por hoy la formación de Juan Marín es necesaria para Moreno Bonilla si quiere repetir en el Gobierno cuando toque. Y ya se sabe que en política las cosas tocan cuando tocan o cuando deben tocar, parafraseando a Rajoy.
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