En los César, premios del cine francés, se ha vetado a los cerdos ('balance ton porc' es la versión francesa del Me Too). La Academia prohíbe la presencia en la ceremonia a quienes tengan causas abiertas por agresiones sexuales (el actor nominado Sofiane Bennacer está ... acusado de tres violaciones). Hay que recordar la que se montó con Polanski, premiado por 'El oficial y el espía'. No asistió, pero la actriz Adèle Haenel se fue al grito de «Viva la pedofilia!». Supongo que estas mujeres tan dignas no se han parado a escuchar a Samantha Geimer, la víctima de Polanski, harta de esa gente: «Cuando, por satisfacer una necesidad egoísta de odio y de castigo, te niegas a que una víctima perdone y pase página, lo único que haces es herirla más profundamente». Pero ya saben, como escribe Finkielkraut, «hoy no es el Estado, sino el mundo de las artes y del espectáculo, movilizado contra toda forma de dominación, quien organiza las ceremonias del odio».
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