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Estos días de cruce de ideas, programas, propuestas y trackings, son nada para los muchos e inmenso revuelo para los pocos, que se afanan por contagiar su propia intensidad y, a ratos, lo consiguen. La campaña es como un pico montañoso hacia el que los ... votantes acudimos en peregrinación, a medida que transcurre, mal que bien, nos vamos situando cerca de la papeleta a depositar.
Son desoladores los desprecios al sistema producidos por determinados personajes encajados en el mismo. Ver una ministra con una camiseta acusando a un ciudadano particular por una causa que la justicia ha declarado expresamente inexistente no es precisamente didáctico ni alentador. La legalidad a la carta de «esto me sirve» y «lo otro no», según el subjetivo parecer del político correspondiente, es ponernos a todos en mano de su discrecionalidad. La seguridad jurídica, la igualdad, la libertad... Todo ello contraviene que el gobernante de turno pueda resolver o actuar a su gusto, tal cual.
Pedro Sánchez suele poner cara de desagrado por los reproches parlamentarios referidos a sus socios, aquellos que previamente negó una, dos, tres, cinco veces -«si quiere se lo digo veinte veces»-, que parecen protagonizar un período «deconstituyente». La mayoría Frankenstein se llamó así, en una muy ajustada descripción, por parte de un muy importante político socialista -Alfredo Pérez Rubalcaba-, muchos no lo saben y rechazan que la oposición use esta denominación. Deberían entender que, si los coaligados protagonistas tienen como objetivo político confeso destruir la unidad nacional o pervertir determinados principios constitucionales y el PSOE se supone que no, el «equipo» es insostenible y pernicioso. Está claro que podemos cegarnos, el ser humano es muy dado, pero con calma y frialdad debemos concluir que esta coalición gubernamental y su mayoría parlamentaria es, como poco, intranquilizadora. No se puede construir un edificio en alianza con un grupo de demolición. Vaya gestión, cemento, ladrillos y dinamita...
En el abierto debate sobre si Bildu puede o debe ser ilegalizado hay posturas y argumentos para todo... Que, si es mejor que se les pueda votar, que hasta las ideas que representan pueden ser respetables, o que no... Que, si la aplicación de la Ley de Partidos da para ilegalizarlos, o no da, que si lo liberal y democrático es tolerar a este partido... Todo está muy bien, pero más allá de ello, lo más diáfano es que no se pueden pactar con Bildu cuestiones de fondo. Menos aún, hasta convertir a este partido, que lleva en sus listas antiguos condenados por pertenencia a la banda terrorista ETA y participación en su actividad asesina, en socio. Por ello, por mucho que se esfuercen sesudamente los argumentaristas para dar a Sánchez y su partido «razones» de defensa, no se puede acusar a la oposición de ser «bazofia» por poner a ETA en el debate o usar a las víctimas sin faltar el respeto a la inteligencia. El debate llega al llevar exterroristas en las candidaturas de un partido asociado al presidente del Gobierno, el asunto se sirve sólo y no mencionarlo con expreso rechazo y revolverse contra ello, esto sí, sería auténtica bazofia política.
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