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Espanta pensar que sólo una carta, de torpe y extraña redacción, haya hecho pegar la vuelta súbitamente a la encrucijada del Sáhara. La personalísima misiva no fue manuscrita en una servilleta de papel, pero la prisa y la improvisada letra parecen indicar que su causa ... responde a un impulso, o a un aquí te pillo... ¿Puede un solo hombre -por importante que sea- entregar la responsabilidad de un territorio a una soberanía nacional ajena por su mera decisión? Y, si esto se produce y es un hecho, ¿bajo qué amparo legal? Según y cuándo, la llamada legalidad internacional es observada por la mayoría de países. El Sáhara está afecto a 74 resoluciones de la ONU que fijan como objetivo la libre determinación de los saharauis. Aún hoy, España es la potencia administradora y responsable hasta la celebración de un referéndum que resuelva el desenlace final, independencia o soberanía marroquí. A partir de 2007 las resoluciones de Naciones Unidas omiten la palabra referéndum y sugieren producir un entendimiento político en referencia a Marruecos y el Frente Polisario para resolver el conflicto. Sin embargo, Pedro Sánchez en sus informales párrafos expulsa a los polisarios de más conversación.
Han pasado 47 años y, aunque el avance marroquí parece bastante más joven, hay hoy día una ocupación o soberanía de hecho muy cercana a la absorción o conquista. Cabe pensar que el empujón de la carta puede dar a los pretendientes la fórmula definitiva. Más allá de la postura de cada cual, la legitimidad de unos y otros o la carencia de la misma, la iniciativa de Pedro Sánchez es anómala en el fondo y en la forma y plantea preguntas de difícil respuesta. Es cierto que a España el Sáhara le pilla lejos, quizá por ello no hay una realmente reseñable reacción ante hechos tan chuscos como los que se han servido. Sin embargo, la disponibilidad y gestión del espacio aéreo e incluso la soberanía marítima de la zona -su pérdida o traspaso- son cuestiones de importancia, calado y consecuencias complejas que podrán verse y sufrirse en un futuro cercano. Hay que tener en cuenta la relativa cercanía de las españolas Islas Canarias, sus aguas territoriales fronterizas, la pesca y puede que otros intereses económicos muy importantes, tales como yacimientos o explotación de determinados recursos hasta aquí indiscutidos.
La carta de Pedro, que sigue dando vueltas, no fue nada inocente, tampoco personal, pero sí inopinada, inesperada, excesiva, de letra vaga, extrajurídica, seguramente ilegal y llena de efectos incalculables. Producir importantes consecuencias con decisiones cuya responsabilidad se suplanta exige a la larga cuentas por ajustar, que llegarán, aunque nunca puedan pagarse. Fue un 14 de marzo de 2022 cuando se rubricó el texto de apenas un folio, una sorpresa que dio paso a algunas otras. Un año después nadie puede estar repuesto de este extraño episodio de entrega, cesión y allanamiento, sin la más mínima contrapartida. ¿Qué pasó, cómo se ha atrevido Pedro Sánchez? ¿Por qué lo hizo? Fue Frederick Forsyth -o quizá Philby- quien dijo: «Los secretos son siempre temporales y ninguno está a salvo».
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