Carta del Director

Los problemas de la gente

La brecha entre las verdaderas necesidades de los ciudadanos y la acción política se agranda con el riesgo de que los representantes públicos vivan en un mundo paralelo cada vez más alejado de la realidad

Manuel Castillo

Málaga

Domingo, 8 de enero 2023, 00:44

Nadie puede poner en duda la trascendencia de la renovación del Consejo General del Poder Judicial, de la supresión del delito de sedición, de la modificación de la malversación y de otras muchas decisiones políticas que copan portadas de periódicos e informativos de televisión. Son ... esos tipos de asuntos que provocan cierta indiferencia entre la ciudadanía pero que a la larga pueden tener un enorme impacto en el modelo de convivencia y en el propio funcionamiento de la democracia. Por eso resulta imprescindible que el mundo político y mediático mantengan la vista puesta en todo aquello que pueda afectar a las estructuras fundamentales del Estado y a la separación de poderes.

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Sin embargo, los problemas cotidianos de la gente, los que no les dejan dormir, de los que se hablan en cualquier sobremesa, son otros muy diferentes. Y diría que igual de importantes. Aquí, en Málaga, como en otros tantos territorios, no se deja de hablar de las dificultades para acceder a la compra de una vivienda o, simplemente, a un alquiler; del encarecimiento de la gasolina hasta niveles insoportables, especialmente para aquellos que se ven obligados a realizar desplazamientos largos a diario; de la subida del peaje de las carreteras, que impacta directamente en el bolsillo de los trabajadores; del alto precio de la electricidad y el gas; del incremento constante de los precios; del estancamiento de los salarios, o del sorprendente desempleo estructural. Al fin y al cabo el problema de muchísima gente es, simplemente, llegar a fin de mes.

Desde el Gobierno y otras administraciones autonómicas y locales anuncian subvenciones y programas que, hay que reconocerlo, sirven sólo como medidas puntuales y coyunturales que pueden suponer cierto alivio pero nunca una solución. Estas iniciativas suelen estar dirigidas a personas en riesgo de exclusión social, como es deseable en cualquier sociedad moderna, porque hay que ayudar más a quienes menos tienen, pero hay un amplio sector de la población, la llamada clase media, que no puede acceder por su nivel de renta a la mayoría de estas medidas pese a ver esquilmado su poder adquisitivo. Al mismo tiempo, muchos políticos, aquellos que intervienen en los procesos decisorios, conocen perfectamente la situación porque ellos mismos o sus entornos más cercanos las sufren.

Llama la atención que las administraciones parezcan incapaces de trabajar de manera conjunta para hallar remedios estructurales a todos estos problemas, especialmente en lo que se refiere a la vivienda, que como queda patente en el amplio reportaje que este domingo publican Jesús Hinojosa y Nuria Triguero en SUR ya se ha convertido en una de las principales causas de la crisis demográfica, del retraso en la edad de emancipación de los jóvenes y de cierta sensación de frustración permanente y generalizada que no puede conducir a nada bueno. Este país necesita pactos y planes nacionales que apunten directamente a la raíz de los problemas de la gente. Y no hay que tener prejuicios ni problemas para trabajar junto con el sector privado para detectar posibles soluciones.

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La subida de los precios se suma al lento crecimiento, cuando no estancamiento, de los salarios, una mezcla que está generando un alarmante empobrecimiento de la ciudadanía sin que se vislumbre capacidad de acción de las diferentes administraciones. No sería absurdo pensar en un gran pacto de Estado de la vivienda que implicara a todas las administraciones y que, por fin, despejara el camino de la compra o el alquiler de una casa a tantas y tantas familias y jóvenes.

Es triste comprobar las dificultades para que los políticos saquen de sus enfrentamientos aquellos asuntos que de verdad interesan a la gente y que pueden generar riqueza. Y en Málaga no sólo podemos hablar de vivienda, sino, por ejemplo, de las obras hidráulicas para luchar contra la sequía y mejorar el riego del sector agroalimentario, de las infraestructuras ferroviarias y las carreteras para conectar la provincia y mejorar la movilidad, de la lentitud de las políticas educativas públicas para adaptar la formación de los jóvenes a la realidad del mercado laboral... Y así un sinfín de asuntos encallados en la maraña de la confrontación política.

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Es cierto que en Andalucía se ha avanzado en estas medidas estructurales, pero es precisa una mayor velocidad y una estrategia transversal en la que el Gobierno central se implique de verdad, ya que el mundo de hoy se transforma a una velocidad de vértigo. La gente, ese término que los propios políticos manosean con bastante asiduidad, quiere soluciones y herramientas con las que mejorar sus condiciones de vida. Y ello, si de verdad se quiere, sólo se puede conseguir cuando sea un objetivo prioritario de todos los partidos más allá de su interés partidista, se esté en el gobierno o en la oposición.

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