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Unos deberían hablar más y otros deberían callarse
Carta del director ·
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Carta del director ·
Faltan más políticos que alcen la voz en defensa de los intereses de los ciudadanos y sobran los que, sin tener ni idea, pretenden dar leccionesDijo esta semana el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, que «estamos sacrificando nuestra movilidad para garantizar un espacio más seguro para aquellos que vienen de fuera». Defendía así la conveniencia de mantener las medidas restrictivas y, al mismo tiempo, permitir la entrada de ... visitantes para «dinamizar la economía». Seguro que los camareros, los recepcionistas, los hoteleros, los taxistas, los limpiadores, los dependientes, los comerciantes y todos los autónomos del sector turístico, muchísimos de ellos afectados por algún ERTE y asfixiados económicamente, entendieron perfectamente lo que el alcalde quería decir: más vale sacrificarnos un poco si eso sirve para que la economía se mueva y recuperar algo de lo perdido.
Sin embargo, hubo una ola de indignación en redes sociales. «Postraos ante el turista, país de paletos y camareros», se podía leer. Hasta Íñigo Errejón salió al paso de las declaraciones del alcalde y dijo: «Si lo que vale para los españoles no vale para los turistas no somos un país, somos un resort de vacaciones». Todo un alarde de un político que, desde la atalaya de su superioridad moral y estabilidad laboral, no ve peligrar su salario público sea cual sea el impacto de la pandemia y cuya experiencia en Málaga se reduce a cuando cobraba de la Universidad de Málaga sin venir a trabajar. Todo muy lógico.
Llama la atención el desconocimiento sobre la mayor industria turística de este país y cómo se utiliza como insulto ser «un país de camareros», expresión habitual de tertulianos y columnistas cuando hay mucha mas dignidad, esfuerzo y dedicación detrás de una barra que en las palabras de quienes los desprecian, la mayoría de ellos apoltronados en el sillón del salario público.
También se ha ganado muchas críticas el presidente de la Diputación Provincial de Málaga, Francis Salado, por decir que Andalucía y la Costa del Sol se ven agraviadas en las ayudas del Gobierno frente a Baleares y Canarias. «Un atraco», dice Salado. Y tiene razón, porque no hay razones objetivas que justifiquen beneficiar a Canarias y Baleares frente a Andalucía cuando el peso turístico de Andalucía y el impacto del Covid es superior al de las islas en muchos parámetros. También las redes salieron en tromba con Salado bajo el argumento de 'Espanya ens roba' en versión balear. Pero nadie pudo discutir los datos reales que avalan el injustificado agravio hacia la Costa del Sol.
Lo que hace falta es que haya más políticos que alcen la voz y que sean capaces de hacer un frente común para defender los intereses de los ciudadanos y territorios a los que representan. De hecho, se echan en falta muchas voces para defender el turismo, la hostelería y el sector servicios. Y de la misma forma sobran los que, sin tener ni idea, pretenden constantemente dar lecciones con frases más o menos ocurrentes.
También sobran los políticos que, en plena pandemia, centran toda su atención y todos sus esfuerzos en la bronca política y partidista. Lo que están haciendo PP, PSOE, Ciudadanos y también Podemos es una auténtica e irresponsable dejación de sus funciones y de su responsabilidad.
Por eso a muchos les suena aparentemente tan marciano que haya políticos que salgan en defensa del turismo o que apelen a la responsabilidad, al sacrificio o al esfuerzo para luchar contra la pandemia y para sacar adelante la economía. Es muy triste decirlo, pero Twitter y las redes sociales son cada vez más un reflejo fiel de la sociedad. Bla, bla, bla y poco más.
El último ejemplo es el más indignante de todos: la política se encarga de destruir lo que la ciencia construye. Ha sido impresionante cómo los investigadores (la mayoría de ellos privados, por cierto: que tomen nota quienes demonizan los esfuerzos empresariales) han conseguido desarrollar en tiempo récord vacunas contra el Covid-19 y es igual de impresionante la desastrosa coordinación de las administraciones para poner en marcha una campaña que garantice su aplicación en los plazos que serían deseables. Es triste comprobar la falta de eficacia en Europa y en España para extender la inmunidad.
Ya lo escribí la semana pasada al hacer referencia a las reclamaciones del sector tecnológico. «Ni siquiera hace falta que ayude, porque la mejor forma que tienen las administraciones públicas de ayudar es que no hagan nada». Así de claro.
Pero resulta que en esta pandemia la mayoría de las competencias, salvo la responsabilidad personal, recae, precisamente, en las administraciones públicas. Por ello es preciso no dejarse arrastrar por el desapego y el desprecio y reclamar con insistencia un trabajo en equipo, lejos de partidismos, para salir de la crisis.
El mejor ejemplo que podía dar la política, y en este caso la política andaluza, sería hacer un frente común contra la pandemia y contra la crisis económica. Ver a Juanma Moreno Bonilla, Juan Marín, Susana Díaz, Alejandro Hernández y Teresa Rodríguez conjurándose para sacar a flote Andalucía sería el mayor gesto de compromiso, lealtad, generosidad y responsabilidad jamás visto y dignificaría el ejercicio político. Puede parecer una ingenuidad, pero realmente es una llamada de auxilio a aquellos que tienen en sus manos muchas decisiones trascendentales para cientos de miles de familias andaluzas.
Y es responsabilidad de los ciudadanos y de los medios de comunicación dirigir la atención hacia ello. Cuando un político haga una declaración sobre sus rifirrafes políticos, sobre conspiraciones, sobre transfuguismo, sobre mociones de censura o sobre traiciones habría que responderle con unas preguntas muy simples: ¿Sabe usted cuántos andaluces han muerto por el Covid? ¿Sabe usted cuántos han muerto hoy y cuántos morirán mañana? Y luego, cuando no sepa contestar, invitarle a visitar, sin micrófonos ni fotógrafos, una de las miles de colas del hambre que hay por toda Andalucía. Y cuando cruce la mirada con alguno de los que esperan su bolsa de comida quizá pueda leer en sus ojos la enorme rabia, y también su miedo.
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