¡Más madera! ¡Son las elecciones!
CARTA DEL DIRECTOR ·
El sistema actual parece necesitar que se celebren elecciones permanentemente para que la maquinaria política no deje de funcionarCARTA DEL DIRECTOR ·
El sistema actual parece necesitar que se celebren elecciones permanentemente para que la maquinaria política no deje de funcionarHay una escena de la película 'Los hermanos Marx van al Oeste' en la que destrozan un vagón de tren para alimentar la caldera con la madera arrancada de las paredes, techos y suelos del convoy con el único objetivo de hacer funcionar la locomotora ... a máxima velocidad. «¡Más madera! ¡Esto es la guerra!». Aunque Groucho realmente nunca llega a pronunciar esta frase en la película, lo cierto es que ha pasado a la historia como una de las genialidades de los Marx y como ejemplo de cómo la obstinación puede arrasar todo cuanto encuentre a su paso por el empeño de seguir adelante sea como sea.
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Y viene esto a cuento no tanto como fiel seguidor de sus películas sino como forma de explicar algo que me ronda la cabeza desde hace tiempo: la necesidad enfermiza del sistema actual de celebrar elecciones para, así, mantener en marcha la maquinaria política. No importa destrozar el país, como hicieron los hermanos Marx con los vagones, con tal de seguir alimentando la caldera electoral cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Se trata de meter presión, de agitar el enfrentamiento y la polarización para así mantener esta loca carrera política hacia no se sabe dónde.
Desde 2015, hace sólo seis años, se han celebrado en España tres elecciones generales; dos comicios andaluces; dos citas locales, y otras tantas europeas. Sin contar, por supuesto, las cuatro autonómicas en Cataluña. Y lo importante no es el coste económico de cada convocatoria, que suma muchos millones de euros, sino la parálisis que provoca en la administración pública en detrimento de la actividad empresarial en muchos casos y, sobre todo, de los intereses de los ciudadanos.
¿Necesita Andalucía adelantar las elecciones autonómicas? En una situación de pandemia y crisis económica lo sensato sería, precisamente, lo contrario para concentrar así todos los esfuerzos en la recuperación. Sin embargo, desde diferentes frentes se presiona para adelantar unos comicios absolutamente innecesarios, lo que hace pensar en que priman otros intereses que nada tienen que ver con los de Andalucía.
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¿Por qué Pablo Casado quiere adelantar las elecciones andaluzas? ¿Por qué Santiago Abascal y Vox presionan para ir a las urnas? ¿Por qué los socialistas echan leña al fuego electoral? Es evidente que en estos casos se colocan por delante intereses particulares frente a los generales de Andalucía. Cuesta trabajo entender que con la que está cayendo ninguno de ellos se sume a un frente común con el que sacar a Andalucía de la difícil situación en la que se encuentra. Tienen razón el presidente andaluz, Juanma Moreno Bonilla, y sus socios de Ciudadanos cuando defienden que no hay motivos para convocar ahora unas elecciones que paralizarían aún más la maltrecha economía andaluza.
Alguien podría argumentar que lo mismo se puede decir del Gobierno central y de Pedro Sánchez y de la necesidad de estabilidad. Y sí, también sería conveniente que el Congreso se centrara en lo importante y en lo esencial y abandonara por unos meses la confrontación permanente.
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Y todo esto nos hace pensar en la tesis de que el engranaje político necesita de elecciones para seguir funcionando, utilizando a los ciudadanos y a las empresas como madera con la que alimentar la caldera partidista, aunque ello signifique deteriorar la estructura económica del país.
Sin darnos cuenta, los ciudadanos hemos cedido a los partidos políticos demasiadas parcelas de poder que utilizan a su beneficio. Basta con asistir a cualquier sesión parlamentaria para sonrojarse y para sentir vergüenza de las actitudes de muchos de nuestros representantes, que se insultan y agreden sin el más mínimo pudor.
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Hoy por hoy el mayor obstáculo para el desarrollo y para la recuperación económica está paradójicamente en la administración pública y en la gestión política. España iría mucho mejor si desde la administración del Estado, de las comunidades autonómicas y los ayuntamientos no se dedicaran a poner palos en las ruedas. Por ello el lamento más recurrente de muchos emprendedores es el siguiente: «No queremos que nos ayuden (las administraciones), sólo queremos que nos dejen trabajar».
La economía de este país está secuestrada por la burocracia pública y partidista, en la que cualquier proyecto queda supeditado al interés del político de turno. Quizá por todo ello es preciso elevar el precio del voto y demostrar que no todo vale.
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Y en el caso concreto de Andalucía habría que preguntarle a aquellos que braman por un adelanto electoral por sus verdaderos motivos. Después de tantos muertos y de tanta ruina económica lo mínimo que se puede pedir es un esfuerzo común y generoso para salir de esta. Aunque, visto lo visto, quizá es mucho pedir a sus señorías.
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