Nunca hasta esta semana Celia Villalobos y Francisco de la Torre se habían sentado en la misma mesa, codo con codo, para hablar en un medio de comunicación de su gestión como alcaldes de la ciudad. Lo hicieron en el programa 'La Alameda', que producen ... conjuntamente el periódico SUR y 101 Televisión, y respondieron a las expectativas: explicaron cómo se gestó y desarrolló la gran transformación de Málaga desde 1995 hasta la actualidad y evidenciaron dos formas de ser y de actuar tan opuestas como complementarias, que incluso encendieron alguna chispa, como cuando rozas los dos cables pelados de un enchufe capaces de hacer saltar los plomillos.
La conclusión fue que Villalobos, que llegó a la Alcaldía cuando nadie confiaba en ello por las desavenencias entre el PSOE de Felipe González y el añorado Eduardo Martín Toval y la Izquierda Unida de Antonio Romero a cuentas de la polémica de la equis del GAL, acertó en poner en marcha una enorme cantidad de proyectos trascendentales para el futuro de la ciudad. Ella ponía la energía y el empuje y su equipo, con buenas cabezas como las de Gutiérrez de Pablo, Antonio Garrido, Paco Merino y el propio De la Torre, se encargaban de canalizarla en el sentido correcto. De aquella época, el Palacio de Ferias, el Palacio de Deportes, el túnel de la Alcazaba, el Paseo Marítimo del Litoral Oeste o el Festival de Cine. Fueron cinco años frenéticos en los que se sentaron las bases de lo que hoy es Málaga y que contó, salvo en contadas ocasiones, con el apoyo del grupo municipal socialista.
Luego llegó De la Torre, que alcanzó la Alcaldía por el nombramiento de Villalobos como ministra de Sanidad. Supimos durante la entrevista que la entrega de testigo se produjo en el despacho de Alcaldía y que De la Torre pidió un día para pensárselo. Sólo tuvo que pasar de la silla de confidente a la de presidente. Y así durante 20 años y los que le quedan.
Hay que reconocerle a De la Torre su tono siempre institucional. Ya en una entrevista publicada en SUR al tomar posesión aseguró que su objetivo era tener una gestión continuista, aunque en honor a la verdad fue mucho más allá y aportó la peatonalización de calle Larios y todo el entorno del casco antiguo, así como la construcción del modelo de ciudad museística, cultural y turística y de ciudad tecnológica e inteligente. Remató (o está rematando) con nuevas y profundas aportaciones lo que surgió en 1995.
Quizá ese relevo llegó en el momento oportuno, porque era difícil que Villalobos hubiera podido mantener esa velocidad en la ejecución y puesta en marcha de proyectos y De la Torre era el hombre adecuado para desarrollar y ampliar ese concepto de ciudad. Tienen personalidades absolutamente diferentes, pero en aquellos tiempos fueron complementarios. Aquel hombre aparentemente gris, con perfil de gestor de despacho y con poco don de gentes, se destapó como un político con instinto y, sobre todo, capaz de lanzarse a la calle y conectar con la gente. Desde el primer minuto supo que su supervivencia estaba en el terreno que menos dominaba: la calle.
Otra de las diferencias fue que Villalobos prefería un liderazgo que se sustentara en colaboradores brillantes a los que dejaba hacer y De la Torre optó y opta por un liderazgo más personalista y con un control minucioso y a veces exagerado de cada área.
Tanto Villalobos como De la Torre, fueron leales a su manera; ella cuando se fue y él cuando era número dos. De hecho desde aquel traspaso de papeles no hubo una llamada entre ambos, según reconocieron en 'La Alameda'. Ambos comparten para siempre el papel de alcaldes de Málaga y también parte de la gestión de los grandes proyectos, pero poco más. Resulta interesante, y a veces hasta divertido, observar y casi percibir la tensión que se genera cuando están a pocos metros. Las palabras amables esconden y disimulan dardos certeros y ácidos. Ella maneja la distancia corta, el verbo, el regate, la intuición. Él, la ironía, la resistencia, las formas, el expediente. En ambos casos, son rivales políticos correosos, a los que no se les ve venir, incómodos para sus formaciones. Ella, por su tendencia a ir a la contra en su partido, como cuando votó con el PSOEcontra la reforma del aborto; él, por su deseo de ir por libre, como si no fuese del PP. Ambos, por distintos motivos, fueron y son sendos dolores de cabeza para los dirigentes populares. Y lo seguirán siendo. Ambos, a su aire.
Málaga tuvo mucha suerte con el alcalde Pedro Aparicio y creo que también la tuvo con Celia Villalobos y Francisco de la Torre. Aunque bien pensado, todos ellos también tuvieron mucha suerte con Málaga. Y de las tres personalidades podríamos convenir que saldría el alcalde o alcaldesa perfecto.
El programa duró una hora que supo a poco, pero en la que se pudo comprobar, además, que cuando se desbrozan los matojos de la política aparece lo que pocas veces se ve: la necesidad y la importancia de las personas en la política y la necesidad de valorar lo que tantas y tantas personas han aportado a la ciudad, siendo decisivas en lo que hoy es Málaga.
Por supuesto que hay también muchas sombras, como en todas las vidas y en todos los casos. Pero los tres –Aparicio, Villalobos y De la Torre– tuvieron la honestidad de poner todas sus virtudes y también todos sus defectos al servicio de Málaga. Y eso tiene mucho mérito.