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«Memento mori» es una célebre frase latina que nos recuerda que somos mortales. Algo parecido, aparte de la traición, sintió Julio César debajo de ... la estatua de su rival Pompeyo, al caer herido en los cuatro costados por intentar ser un dios y convertir Roma en un Olimpo. Ahora, mientras escribo esta vertical, oigo voces enlatadas que se repiten por toda la casa, y siento la afilada hoja de la parca sobre mi cuello, se llama 'la cuarta ola', y encaja, de repente, con la advertencia que nos hizo hace más de un año Charo Carrera en las paredes del Centro de Arte Pompidou, una premonición que se resume en el condicional «si yo, si tú...», y se enuncia a través de un tiempo verbal, el imperfecto del subjuntivo, que parece expandirse al pronunciarse: si yo comprendiera de una vez que nos acecha, como nunca, la muerte, dejaría de aplastar o maltratar mi hábitat, dejaría de nublar los días dorados bajo el sol, la exuberancia vital, y pronunciaría plácidas palabras como suavidad, delicadeza, armonía, tranquilidad, calma, sosiego. Hace unos días visité la intervención de Charo Carrera en el Centro de Arte Pompidou, acompañado por su urdidora, y la verdad es que durante aquel vagabundeo hubo algo de iniciación mistérica. Charo no paraba de repetirme la palabra cueva, y en su relato escudriñaba aliteraciones, semejanzas, entre tiempo finito, naturaleza devastada y alegato personal, lo que añadió a mi mirada una densidad variable, esto es, rápidamente pasaba de una sensación de soledad a otra de pánico, en el sentido en el que el viajero Patrick Leigh Fermor utilizó la palabra pánico (asombro) al narrar su paseo por el templo de Artemisa en Éfeso donde la princesa Arsínoe fue degollada sin contemplaciones. Es decir, pánico por el caos, pero también espanto por un invariable orden absoluto. Hay algo de desesperación política en estas aseveraciones. Lo cierto es que las formas con que se asciende y se desciende por esta cueva donde Carrera ha pintado sus encabalgamientos orgánicos convierten su abstracción en una suerte de material de laboratorio, visto con lupa, donde células rojas poseen una absorbente y sutil belleza. Charo Carrera concluye: somos el problema, pero también somos la solución. Su incansable trabajo y su determinación así lo avalan.
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