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Cádiz es una ciudad con fama de estar majareta, pero hace cosas con mucho sentido, solo que a su manera. Dicen también que Leopoldo María Panero estaba loco de lucidez. La Ley de Memoria Histórica obliga a eliminar del callejero los epítetos relacionados con el franquismo y así el Ayuntamiento de Cádiz decidió cambiarle el nombre al Estadio Ramón de Carranza, que es el corazón emocional de la ciudad junto al Gran Teatro Falla. Le cantó Manolo Santander su himno oficioso del Cádiz -«Benditos sean los que llenan de esperanza, cada rincón, cada escalón de mi Carranza»- y allí se emocionó en un Cádiz-Pucela alguien tan desafecto al balón como yo mismo.

Digo que el Carranza es Cádiz y Cádiz, el Carranza, algo bueno en sí que apela a la unión de todos los gaditanos y sus mejores victorias, que en Cádiz a veces son las mejores derrotas. Se trata de un edificio tan emblemático que según la norma no podía estar ligado a el apellido de alguien que en principio había hecho mal en la ciudad. Ramón de Carranza fue alcalde de La Tacita de julio a septiembre de 1937, participó según argumentan en el señalamiento de gentes del Frente Popular y lo consideran un alcalde franquista. Al morir en septiembre de 1937 caben dudas de si le dio tiempo al franquismo, pero ahí está.

Quitar un nombre a algo es mucho más fácil que ponerle uno nuevo, claro. Dan medida de esto mismo los resultados de la consulta que hizo el Consistorio a la ciudadanía por correo electrónico y en la que el característico troleo gaditano dio por ganadores a Estadio Francisco Franco y a Estadio Santiago Abascal. Ahora la Comisión ha desechado los nombres propios con la excusa hábil de que no se puede determinar cuál de todas las personas propuestas -el chirigotero Manolito Santander y el insigne aficionado Macarty estaban también nominados-, era más cadista.

Las propuestas voximanas no fueron ni mucho menos las más ingeniosas. Yo me quedo especialmente con 'Con Levante, Arena', 'Estadio de Alarma' o la preferida de Javier Caraballo y un sevidor: 'Carranza, cabrón', que satisface a todo el mundo, incluyendo el Estado pues en Cádiz, cabrón significa cualquier cosa. Ya lo dijo el Yuyu sobre las tablas del Falla: «No me digáis 'Yuyu, cabrón', que se me va a quedar Yuyu».

Todas estas disonancias encuentran acomodo en la locura gaditana que tiene esa lógica aplastante, como digo, pero también hallan su origen en el talón de Aquiles de la Ley. Como otros lugares, el estadio ya no se llama como aquel alcalde de Cádiz, si no que aquel alcalde de Cádiz se llama como el Estadio. Mucho más fácil hubiera sido cambiarle el nombre al muerto.

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diariosur 'Carranza, cabrón'