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La comunidad hispana, ésa que lleva las riendas, el desarrollo y el indiscutible contagio de la lengua de Cervantes, el español, se expresa con la generosidad léxica que corresponde a su rico y largo lenguaje. La calidad del uso, realidad y publicación de los debates, ... los textos y la presencia en los medios, de nuestra lengua, regala calidad a borbotones. Es una constante el alto nivel del uso del idioma, propio de nuestra herencia y primigenia cultura, por parte de todos sus genuinos protagonistas, países y pueblos, así como su uniformidad y comprensión colectiva. Recientemente ha irrumpido con brusquedad un irremediablemente importante político como es Javier Milei que, entre sus incansables aventuras, ha traído de vuelta a la actualidad hispano-global una expresiva palabra: carajo.
Ello es sin duda una prueba más de que la lengua española precisa de adjetivos, interjecciones y otros vocablos igualmente expresivos para hacer gala de su habitual énfasis comunicativo. De hecho, el concepto original es baladí, pues es mucho más lo que expresa que lo que significa. Carajo, pues, felizmente encajado en la jerga, es una directa alusión al hartazgo en una elevada expresión de reto y orgullo, sin dejar a un lado el matiz de ser palabra algo malsonante. Las llamadas palabrotas o tacos son parte esencial de este idioma vivo y certero, cuya alta expresividad es característica. Cabe anotar que es norma mostrar un cierto pudor a la hora de pronunciar este tipo de términos verbales, limitando su uso a según qué público, en un ejercicio más aparente que real. También las épocas influyen en este ejercicio, pues la sociedad a veces los tolera más o menos, hoy no hay mucho freno, lo cual -entiéndase- no es bueno ni malo.
Dicen que la palabra carajo era en origen, en los antiguos buques de madera a vela, la pequeña canasta que el palo mayor tenía en su punto más elevado. Un lugar desde el que obtener las mejores vistas, alejado del normal espacio de briega y estancia de las tripulaciones, incómodo para permanecer demasiado rato en él y muy propenso a que el allí encaramado sintiera con la mayor intensidad fuertes mareos. Es habitual en algunos enclaves geográficos españoles -especialmente en Cádiz- proferir la castiza frase: «Vete al carajo», claramente para desearle a alguien que se vaya bien lejos. Carajo también significa o se refiere al órgano sexual masculino, así, proferirlo sin más quiere transmitir ausencia de miedo, sin mayor respeto, para expresar excepcionalidad y desafío desde una altanera posición de exhibida libertad. Estas curiosidades eran más o menos conocidas, pero no siempre sabemos qué esperar, usar carajo en un eslogan de campaña y que tenga tanto éxito ha sido inenarrable. Tiempos para ver.
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