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No hay nada más poderoso que los espejos para darnos cuentas de esas otras realidades que nos rodean y por las que pasamos de largo ... o directamente ignoramos. Lo pensaba el otro día, con motivo de la celebración de la gala de Acción Solidaria que organizan desde hace ocho años SUR y la Fundación 'la Caixa' para distinguir a colectivos que trabajan desde el otro lado, el invisible, el de las necesidades de ese amplio grupo que se quedaría por el camino si no existiera una red de personas generosas que no sólo se dejan la piel, sino también la voz, para que de vez en cuando nos pongamos frente a ese espejo de lo diferente. Pero también de lo valioso.
Lo pensaba, les digo, después de escuchar a Nena García Paine, sin duda una de esas suertes que tenemos en la ciudad y que se pasa la vida golpeando puertas y conciencias; ya sea con su economato, con sus programas de inserción de jóvenes sin oportunidades o, en fin, con las decenas de proyectos que, grano a grano, hacen montaña desde la asociación que preside en Ciudad Jardín. Allí, hablar de Nena es hablar de la madre -literal- de cientos de familias que sólo necesitan llamar a su puerta para que ella se ponga manos a la obra, para aliviar una situación desesperada o simplemente para dar un poco de esperanza.
Su último «lío» -ella los llama así, porque siempre anda en mil cosas a la vez- ha sido el programa 'Supercapaces', por el que precisamente recibía el reconocimiento en la gala y que forma para el mercado laboral a chicos con Síndrome de Down, Asperger o retraso madurativo. La primera promoción de este grupo diverso y currante ya está lista para ofrecer sus servicios de catering y su trabajo en el sector de la hostelería; pero también para hacernos ver que aquí hay sitio para todos. Que a integrar se aprende integrando, que ya está bien de discursos paternalistas que tratan de contar con ellos pero sin ellos, que es mucho más eficaz la promoción real que el asistencialismo y, sobre todo, que esto no va de caridad ni de pena, sino de derechos. Y si hacemos un poco de autocrítica, veremos que aún hoy, en pleno siglo XXI y en una sociedad que se pretende inclusiva y diversa, la discapacidad sigue siendo, por desgracia, el 'jarrón chino' que no sabemos dónde colocar para que no moleste y que nos faltan herramientas y, sobre todo, ganas, para que todos y cada uno de ellos se sientan útiles y necesarios. Porque lo son.
Y porque en un mundo que va a toda velocidad, tenemos que ser conscientes de que hay ritmos diferentes. Ni mejores ni peores. Diferentes. Lo recordaba Nena sobre el escenario rodeada de sus chicos: «Me he tenido que con muchas personas porque después de contratarnos nos han exigido cosas que no podemos dar. Esta sociedad se ha acostumbrado a la rapidez, a la inmediatez... Vivimos tan deprisa que no valoramos lo que tenemos a nuestro alrededor». No creo que se pueda decir tanto en tan poco espacio. Así que el resto depende de nosotros, entre otras cosas porque, a veces, parar es la única forma de avanzar.
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