Una buena parte de lo que significa el adanismo es esa expresión imparable y constante de «esto no había pasado nunca». Los tiempos que nos ocupan son los de la sorpresa por el volcán Cumbre Vieja, que hace erupción, por el tifón Rai u Odette, ... la borrasca Filomena o Celia, la ola de frío o de calor, éste o aquel temporal... Y ahora la calima de tierra rojiza caída con la lluvia en forma de barro. Lo cierto es que aquí los que están no llevan ni cien años y la memoria da para lo que da. Pero esa seguridad que dan ciertos atriles convenientemente acicalados y bastante presumidos hace proferir afirmaciones y veredictos soberbios y temerarios.

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La capa de polvo del desierto que ha hecho aparición peninsular y que aún no se ha ido del todo ha desatado nuestra habitual reacción egocéntrica de incredulidad, ¿estará la Tierra conspirando contra nosotros venga a provocar fenómenos molestos o nocivos o será como siempre? La respuesta segura no la tiene nadie, pues nadie tiene la perspectiva vital de una serie temporal suficiente para poder afirmarlo o negarlo taxativamente. Aunque es más que probable que quepa aplicar en ésta -como en otras cuestiones- la famosa frase de la Vulgata «nihil novum sub sole» (Eclesiastes Qo c.1, v.9), que forma parte de una visión desilusionada del mundo: «... Una generación va, otra viene, y la Tierra no cambia. El Sol sale y se pone; pronto vuelve a su lugar para volver a salir... Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena. Lo que ha sucedido vuelve a suceder y lo que antes se ha hecho es lo que se hará. No hay nada nuevo bajo el Sol...».

No obstante sí que hay algo irrepetible siempre, cada uno de nosotros. Aunque vistos desde fuera -si ello fuera posible y como tantos han dicho- sólo somos rayas en el agua. Pero, en fin, es comprensible la importancia y protagonismo central que damos a todas y cada una de nuestras impresiones y hechos, pues nos va la vida en ello.

Descendiendo a esto que hoy vivimos, no cabe duda de que lo último de Putin de dar por cumplidos los nefastos objetivos de su campaña, a sangre y fuego, minimiza desastres futuros. Al menos disminuye la zona territorial y humana a batir, ya que el todavía presidente ruso ha deslizado que las tropas invasoras van a centrar su ofensiva en el Donbass, que pregunten en Mariupol. La oleada de refugiados no va a cesar y el inventario de víctimas y daños seguirá convulsionando nuestras conciencias. La humanidad no está de vuelta de nada, aún vamos hacia no se sabe dónde, queda mucho para la Paz, que nunca llega del todo. A veces parece que hemos mejorado mucho, pero depende de la zona geográfica, a todos se nos viene alguna a la cabeza, aunque nadie está a salvo. La novedad -nefasta- es que hay guerra en Europa y nadie la puede ganar.

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