Sudán tenía que haber celebrado elecciones este 2023 como esperanzadora evolución de la revuelta popular que terminó en 2019 con tres décadas de dictadura de Omar al-Bashir. Pero el complicado camino del país africano hacia la democracia se truncó hace dos años con el ... golpe de Estado que convirtió en líder de hecho al jefe de las fuerzas armadas, Abdel Fatah al-Burhan.

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El general encabezaba una supuesta transición junto a su número dos, Mohamed Hamdan Daglo, dirigente de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) de infausto recuerdo por sus atrocidades en Darfur. El intento de integración de las RSF, más de 100.000 milicianos, en el ejército ha desatado combates entre las dos facciones que han sumido en el caos la capital y mantienen a millones de civiles encerrados en sus casas, casi sin suministros ni ayuda internacional por los ataques sufridos por las organizaciones de asistencia.

La inestabilidad en Sudán, encrucijada entre Oriente Próximo y el Sahel, puede extenderse con facilidad a sus ya convulsos vecinos, sin olvidar el riesgo de que EE UU y Rusia aprovechen la situación para una nueva pugna por ganar influencia en lugar de apostar por la recuperación de la incierta senda democrática.

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