Si el barómetro que publicó el pasado lunes el Centro de Estudios Andaluces funcionara como un vaticinio de las próximas elecciones en Andalucía, estaríamos ... ante la premonición de un paseo militar para Juanma Moreno Bonilla. No sólo por la atribución de escaños, sino por el abismo de valoración que separa al actual presidente de sus potenciales competidores. Hasta tal punto, que entre el 34 por ciento que opta por Moreno Bonilla cuando se pregunta quién querría que fuese el presidente de la Junta y el 5,4 por ciento que elige a Susana Díaz, aparecen dos respuestas que resultan bastante significativas: un 7 por ciento no sabe, un 23,3 responde que ninguno. Ninguno se convierte por ello en el candidato clave, la incógnita que deben despejar quienes aspiran a competir con Moreno Bonilla. Convertir el desapego de uno de cuatro encuestados en entusiasmo por una mayoría alternativa es su desafío.
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El resultado del estudio fue recibido con escepticismo por la mayoría de las fuerzas políticas -incluido Vox, que consolida y aumenta su espacio- con la única excepción del PP, que comienza a ver el fruto de la estrategia de construir la figura de un líder mesurado y de mano tendida. Resulta llamativo que la reputación de Moreno Bonilla está por encima de la del gobierno que preside. El casi 35 por ciento que dice que la gestión del Gobierno andaluz es buena o muy buena sube al 42,2% cuando la pregunta se refiere a cómo ve la gestión de Moreno Bonilla. Es posible que, al estilo de Galicia, el próximo cartel electoral del PP haga mucho más hincapié en la figura del candidato que en su sigla. Pese a que se ha firmado un armisticio, la pugna Moreno-Casado no debe perderse de vista.
En la oposición el estudio ha sido recibido como el resultado de una conspiración urdida desde la Consejería de Presidencia, pero pretender que un sondeo refleje una imagen demasiado diferente sería como pasar la noche sin dormir y culpar de las ojeras al espejo.
El espacio a la izquierda del PSOE acaba de protagonizar una ruptura que lo ha dejado sin líder, sin candidata, con un grupo parlamentario reducido al mínimo y con el nombre en disputa. Si acaso, lo que se puede reprochar es que no se preguntara por Toni Valero o por Alberto Garzón. Les pondría haber dado argumentos para el debate que deberán afrontar en breve.
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Esta austeridad de nombres con Unidas Podemos se convirtió en una generosidad expansiva para los socialistas. Los encuestadores preguntaron por Susana Díaz, por Juan Espadas, por María Jesús Montero y hasta por Felipe Sicilia. Quien mucho abarca poco aprieta. Mientras los socialistas no se decidan, seguramente seguirán mirando desde abajo cómo Juanma Moreno se encarama en la cúspide las encuestas, al que sólo se le acerca el candidato Ninguno.
Estaría bien que se explicara cuál es el criterio por el que algunos candidatos son incluidos en el sondeo y otros no. Para el Centra, el debate interno que atraviesa el PSOE no se vive en Ciudadanos. Sólo así se explica que la consejera Rocío Ruiz, que desafía a Juan Marín con el aval de Inés Arrimadas, tampoco fuera incluida.
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