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En estos últimos días ha sido noticia el caso de un joven (Borja) condenado a una pena de dos años como autor de un delito de homicidio por imprudencia grave en un desgraciado suceso derivado de un tirón al bolso de una señora y el intento de Borja por recuperarlo. Un cúmulo de sufrimientos donde todos salen perdiendo, la señora que sufre tan indeseable asalto, Borja condenado por una muerte que no deseaba, aunque el que se ha llevado la peor parte ha sido el fallecido, un ser humano que había cometido un delito pero que en ningún caso puede tener como consecuencia la muerte. Y como es habitual en estos casos, aparecen los 'salvadores de la patria': el portavoz de Vox, sr. Espinosa, anuncia que pedirán el indulto para Borja, la medalla al Mérito Civil y una reforma del Código Penal para que se reconozca la legítima defensa cuando la víctima es un tercero. Y para que no falte el iluminado de turno, Arturo Pérez-Reverte a lo suyo, hablar de lo que no sabe. Se monta un debate sobre la demagogia más torticera, la que manipula los sentimientos nobles de las personas (la defensa de la señora víctima del delito) sobre la base del más absoluto desprecio a la proporción (robar un bolso no puede costarle a nadie la vida) y sobre la ignorancia real o simulada (El art. 20.4 del CP dice: «el que obre en defensa de la persona o derechos propios O AJENOS»). Y por medio, al juez que ha dictado la sentencia le caen chuzos de punta, con los habituales reproches de defender a los delincuentes antes que a las víctimas. Manipulación, mentiras y desproporción, todo un cóctel para los buitres.

Veamos la sentencia. Al juez se le presentan en el juicio varias versiones de los hechos por los testigos que comparecen, y partiendo de que no existe ninguna agresión previa del fallecido (algo que solo mantiene el acusado), y aunque hay una testigo (la compañera del fallecido, y otro testigo que cambió su versión) que habla de patadas y puñetazos (el acusado es experto en artes marciales) incluso tras caer en el suelo, el juez cree a Borja y declara como probado lo que el mismo acusado admite (dos puñetazos al fallecido, que provocan su caída al suelo); es decir, de todas las versiones posibles, en lo esencial, se condena en base a la que declara el propio acusado y eso lleva a concluir al juez que no hay legítima defensa (pretendía recuperar el bolso y no repeler ninguna agresión del fallecido), que el acusado propinó dos golpes de gran violencia al fallecido que pudieron ser la causa directa de la muerte y no el golpe tras la caída (el forense afirma que las lesiones pudieron producirse por ambas causas) y que el acusado abandonó al fallecido en el suelo (pasan dos semanas hasta que acude a la policía y da su versión tras el reconocimiento fotográfico). ¿Es esta sentencia un disparate? Yo creo que no, aunque cabe la opinión, pero apelando siempre a la razón y no a las tripas.

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