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«Toda mujer que quiera tener hijos, debería tenerlos. La gran pregunta es: ¿por qué una mujer que no quiere tener hijos debe tenerlos?». Así termina el documental '[M]otherhood', que aborda el ideal magnificado de la maternidad y los tabúes -y el rechazo- que rodean a las mujeres que no quieren ser madre.
Son impactantes esas dos frases. Sobre todo, después de una semana en la que la mujer y la reproducción han protagonizado parte del debate político. Y lo son, porque en España ni siquiera somos capaces de cumplir la primera premisa. Aquí, no tenemos los hijos que deseamos sino los que podemos. Los que nos deja la edad, la fertilidad, la economía, la estabilidad laboral o de pareja... En definitiva: tres de cada cuatro mujeres quieren tener dos hijos, pero nos quedamos en 1,31, según los datos oficiales.
Resulta, por eso, tan difícil de encajar que un tema como la baja natalidad se aborde desde un punto de vista tan simplista y desolador. Que el líder del PP, Pablo Casado, considere que el problema principal del «invierno demográfico» sea el aborto; que esgrima que para pagar las pensiones tenemos que pensar en «cómo tener más niños y no en cómo los abortamos» y que anuncie que su «compromiso» es volver a la ley de 1985 nos lleva a una intuición: poco se va a hacer contra los motivos reales de la baja natalidad.
A este mejunje incomestible sobre hijos, mujer, aborto y pensiones vino a poner la guinda Javier Maroto; que incorporó otro ingrediente para avivar el fuego de la culpa materna. Aunque eso no fue ni siquiera lo peor. Lo hizo vía 'fake news', una información falsa, en un partido como el PP, al que me gusta considerar serio frente a advenedizos que malean realidades y luego las jalean en redes sociales. Según el vicesecretario nacional de organización, las mujeres recurrimos al aborto como «herramienta de conciliación». Y dio más datos: las que más abortan son quienes tienen dos hijos porque no pueden (o quieren) tener el tercero. «Eso es brutal, extremadamente duro», remarcó. Me temo que no. Lo brutal es que un político utilice una mentira como argumento -los datos están ahí: el mayor número de interrupciones del embarazo se da en mujeres sin hijos (45%)-; lo extremadamente duro es manosear los problemas de conciliación para justificar no se sabe muy bien qué. Mientras miles de mujeres y parejas luchan por encajar un puzle de 24 horas y hacerlo compatible con su vida, su trabajo, sus hijos, el razonamiento político que nos toca escuchar (y, además, falso) es que abortamos para llevarlo mejor, para no vivir agobiados. Efectivamente, señor Maroto, es brutalmente frívolo. Ya sólo nos falta un 'revival' 70-80. Cuando algunos lamentaban que las mujeres estaban detrás de la tasa de paro porque su sitio era el nido de la crianza y no abarrotar el mercado laboral. En estos tiempos de política-vintage, tenemos todo el pasado por revisar. Lo dicho, brutal.
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