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A ver cómo se lo explico yo a mis vecinos suecos, que son muy europeos del norte y muy cuadriculados, y no entienden bien nuestros matices. Me imagino la conversación así:
–Entonces, el botellón está prohibido?
–Bueno, sí, pero no mucho.
–¿Pero ... cómo se puede prohibir algo, pero no mucho?
–Ya sabes, las cosas que pasan aquí, se prohibe así en general, pero luego se hace la vista gorda en fechas señaladas, o sea, casi siempre...
El Ayuntamiento de Málaga ha claudicado en su deber de controlar el consumo masivo de alcohol en la calle. Esto es importante para comprender otras cosas, como que en muchas zonas del Centro Histórico ya es imposible llevar una vida normal. Nada de actuar a demanda de los vecinos y los demás afectados (que también lo están los bares, restaurantes y comercios), requisar las botellas y denunciar a los infractores –me da igual que sea uno o que sean mil. En lugar de eso, la última ocurrencia ha sido copiar una idea brillante de Sevilla en la feria de abril, y prohibir que durante las fiestas de agosto, en determinadas horas, se puedan comprar bebidas, así, en general y para todo el mundo. Ley seca y a palo seco.
Ya se da por hecho que la próxima feria, después de dos años cerrada por coronavirus, va a ser un despiporre y un descontrol total. Pero, en lugar de prevenir y movilizar a todos los agentes de la Policía Local; de pedir ayuda a la Subdelegación del Gobierno con la Nacional y de contratar a seguridad privada si hace falta, mejor voy a prohibir a las tiendas y supermercados del barrio que vendan bebidas... Y todo solucionado. A ver dónde ponen el corte, que igual llega a la Victoria y tengo que hacer acopio de reservas, no sea que se me antoje una cerveza a las ocho de la tarde y me diga el del súper ¡que está prohibido! Verás tú que al final nos vamos a ver todos, los niñatos y yo mismo, en el mismo centro comercial haciendo la compra para la fiesta; porque en realidad todos sabemos que las bolsas llenas de botellas vienen de más lejos, donde es más barato.
Puestos a ser creativos, podemos clausurar durante esa semana los pisos turísticos que tengan más de cuatro plazas, para que no se junten turistas que vengan a hacer botellón. O mejor todavía, prohibir directamente la entrada en el Centro de los grupos de chavales entre 16 y 25, que son los que se juntan a beber en la calle.
Lo más triste es que todos sabemos que la próxima Feria, tanto en el Centro como en el real, va a convertir a Málaga la bella en un gigantesco macrobotellón, y nadie lo va a evitar...
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