El bono ómnibus

Unos y otros han echado un pulso no sobre la mesa camilla del pensionista sino sobre su espalda

Viernes, 31 de enero 2025, 01:00

Así estamos, si es usted pensionista, utiliza transporte público o tuvo la desgracia de verse afectado por la dana de Valencia o el volcán canario habrá tenido la experiencia de viajar durante los últimos días en ese trolebús turístico promovido por el Gobierno y zarandeado ... por la oposición. Lo habrán paseado por el gran monumento de la legislatura -la polarización- y por sus rincones, tan típicos como sombríos. Palacetes de mala fama y tugurios con rifas de prestaciones sociales. Una ruta deprimente en la que nuestros representantes pueden adjudicarse los papeles que quieran dentro del controvertido trolebús. El conductor Sánchez, el revisor Feijóo o el cobrador Puigdemont.

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Y todo con la coartada de usted, pensionista, viajero, inundado. Inundado de indignación al verse convertido en poco más que una pelota de pimpón. Arrojado desde el Gobierno a las filas del PP y Vox, y desde estas a las del Gobierno. El ómnibus no podía ser troceado. Un desguace de ese tipo, se decía desde el Gobierno, significaba un ataque frontal contra los más débiles, por más que estuviera en sus manos redactar un nuevo decreto con promesa de los populares de ser apoyado. Pensionistas, viajeros y afectados por las catástrofes naturales quedarían salvados. Pero no. Mejor someter el ómnibus a un trayecto de montaña rusa. Mejor dejar en evidencia al oponente, ese desalmado sin corazón que no se apiada de usted.

Había que comprar el bono ómnibus. Nada de viajes al destino al que cada cual quisiera llegar. O todo o nada. Esa era la máxima inflexible del Gobierno. Hasta que el cobrador Puigdemont exigió lonchear el ómnibus como si fuese una butifarra. Cortado exprés y servida la butifarra en bandeja. Y el PP descolocado, tartamudeando como un bebé con el trabalenguas de los tres tristes tigres ante lo que figura como una victoria gubernamental. Los débiles han sido salvados pese a la oposición del PP, que solo buscaba la ruina de los necesitados y continuar facilitando la especulación de los poderosos. Junts, no. Junts, que ponía las mismas condiciones que el PP y que ha exigido peaje, pasa de nuevo a la categoría de miembro de la coalición progresista. Todo con tal de señalar al timorato PP y al broncoso Vox como enemigos del estado del bienestar. Y lo cierto es que todos, unos y otros, han echado un pulso no sobre la mesa camilla del pensionista sino sobre su deslomada espalda. Un pulso político que ha usado la dignidad de los afectados como calderilla. Tratados como pedigüeños en la escalinata del templo del poder y no como ciudadanos de primera que han contribuido y contribuyen a la prosperidad del país.

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