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Cocteau nada más conocer a Alain Delon le bautizó como 'El Bello indiferente'; y para decir verdad no lo era. Quizá en esa joya de película supuestamente neorrealista, 'Rocco y sus hermanos', de un Visconti despistado pero genial,Delon parezca indiferente hasta la náusea, pero ... no lo era, al contrario, se trataba de un protodelincuente que provenía de una familia desestructurada. Era un argonauta canalla que navegó sobre un mundo repleto de peligros. Carne de gigoló, con unos ojos espectaculares de lince necesitado de amor, hizo enloquecer a medio mundo civilizado. Y al no civilizado.
Este lunes de nuevo vi 'Rocco..' y me pareció que la bondad de Delon raya una patología operística, ese género ¿musical? exagerado, chillón y pasado de moda, que tanto apasionaba a Visconti, este sí, aristócrata decadente y comunista, valga el oxímoron, que amaba la igualdad casi tanto como a los muchachos espigados y soberbios: estatuas que podían aniquilarte con solo dedicarte una mirada: medusas masculinas, extraterrestres cincelados por la cera de la perfección. En 'Roco...' su físico roza lo canónico: rostro, cabello, cintura, porte. Es un aristócrata de barrio bajo -esos que también enloquecían a Pasolini-, muchachos que se hacían en el hacer como se iba haciendo en el hacer aquel Milán del Plan Marshall, para que no se le ocurriera meter las narices a Berlinguer, el comunista demócrata, del que Carrillo extrajo la pasión parlamentaria. Delon supo venirse arriba, sacar lo máximo de su belleza, de sus contenidas dotes interpretativas, y su mito fue creciendo, al igual que sus conquistas: Fonda, Bardot, Cardinale, Schneider, Mirelle Darc, y entre otras, la desafortunada cantante alemana Nico, musa de Warhol, a quien engendró un hijo que jamás reconoció.
A pesar de sus controversias ideológicas Delon tuvo suerte. El mundo olvidó sus atrevimientos mientras rodaba las mejores películas de su época, fina estampa, en los 60 y 70. De esa manera se convirtió, aparte de Rocco, en el primer Ripley talentoso, en el gatopardo garibaldino más elegante, se bañó, a pleno sol, en piscinas mefistofélicas, fue el Tulipán Negro sin cicatriz en la cara, vengativo protagonista del círculo rojo...; siempre sorprendió su íntima amistad de hermanos de leche con el único actor francés que le hizo sombra: Belmondo, que se fue en 2021 y que le hizo pedir públicamente la eutanasia: «Yo aquí ya no pinto nada». Y sí que pintaba y aún después de muerto, pinta y pintará porque es memoria eterna junto a Gabin, Marais, Piccoli, el citado Belmondo, etcétera, del mejor cine francés, que es decir el mejor cine europeo e internacional. Y no es poco.
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