El Belga
INTRUSO DEL NORTE ·
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INTRUSO DEL NORTE ·
Su historia merece ser contada, pero sin los latiguillos moralizantes de las vidas de bandolerosCon la muerte de Erik el Belga se va algo de nosotros. Acaso porque Erik el Belga es la sublimación más sublime (sic) del Lute, y en su vida de riesgo y campanario hay todo un modo de ser que quizá quisimos emular en la primera infancia, que es donde dicen los especialistas que anidan los temperamentos y se van cuajando las personalidades.
De Erik el Belga, tristemente fallecido hace unos días, teníamos algunos amigos comunes, y el 'Summa Artis', donde quizá haya un retablo que pasara por sus manos.
Hay que imaginarlo por una España de carreteras mal asfaltadas, pegando la hebra con algún cura cazurro en una capilla románica. España no puede dar ladrones como Erik, que aquí somos más de butrones y contabilidades en B, pero en cambio sólo en España pudiera desempeñarse alguien como el belga. Yo lo recuerdo, mientras pasaba la vida, con esas canas que han visto mucho de este país. La biografía dice que lo detuvieron en El Burgo de Osma, que ya son ganas, y hay que imaginar a la Guardia Civil de entonces preguntándose que quién era el guiri ese que mangaba vírgenes y retablos. Un belga en la paramera soriana ya es Berlanga puro, pero a esto añadan la Cultura y la exquisitez del tipo entre tricornios y soledades castellanas.
Desfalcó las pequeñas iglesias palentinas, las que van del llano al monte, y por Castilla la Vieja aún lo recuerdan los barraganes y los profesores de Historia del Arte, a la hora que se reúnen en el casino a rememorar lo rememorable.
Su Historia tampoco ha sido bien contada, pero corre por él esa cosa de bandolero bueno que salvó el patrimonio español que, habida cuenta de lo sucedido en Borja, tampoco parece que le quitara el sueño a las autoridades competentes.
Erik el Belga acabó siendo un paleño más, desmentido o integrado por esas hebras níveas y ese bigote que lo identificaban. Su mérito, quizá, fue una relación perversa y fetichista con el arte sacro, pero en el cúmulo de lo vivido, su existencia se adapta a la horma de los cánones más amplios de lo que es la Aventura, dicha así, en las mayúsculas gordas que recomienda el gran Chapu Apaolaza.
Su historia merece ser contada, pero sin los latiguillos moralizantes de las vidas de bandoleros. España no sabía apenas leer y aquí el amigo puso en valor y en subasta algunas policromías que se estaban pudriendo en la oscuridad románica del páramo. Antes de ayer mismo, se encontraron una virgen del medioevo gallego arrojada a un río.
En un país de salvajes, Erik nos enseñó a mirar crematísticamente al Arte. Y algo es algo...
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