Bárbaros pintores
INTRUSO DEL NORTE ·
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INTRUSO DEL NORTE ·
Vandalizar una iglesia duele más que el mero atentado estéticoNo hay otra juventud. En tiempos de tribulaciones, en lugar de ir a ayudar a un comedor social o a algo por estilo, a la ... juventud, a la juventud creativa, le da por vandalizar las puertas de las iglesias más queridas. No es un grito de componente antiteológico, qué va, más bien es una gamberrada en estas previas de Navidad en las que el sol se pone antes y hay cierta impunidad de las sombras. Ir a pintarrajear un azulejo dice mucho del momento en que vivimos. A la trascendencia la han venido matando desde los poderes públicos, desde hace ya tiempo, y ese odio a lo sagrado, de tan pueril, acongoja. Más aún cuando se ha puesto de moda en determinados ambientes.
Es la muerte de Dios provocada por algunos gamberros, reproducida por las Redes, y mucho después interiorizadas como una visión de que el mal no necesita más que un bote de spray para marcar el ateísmo. La pintura tiene eso: que aparece en el amanecer, como del rayo, y después hay que darle con un cepillito para quitarla en lo más sagrado. Es la voluntad, ya digo, de escupir a algo que a esta gallofa de delincuentes del patrimonio les da una mezcla de justificación vital y algo de adrenalina. Quizá hayan estado confinados toda una vida y esta sea la única forma de tomar las calles nuevamente. No lo duden.
En estos días de prenavidad en Málaga, esas pintadas duelen más allá del atentado estético en pleno centro. La gamberrada, por muy gamberra que sea (sic), demuestra un desprecio doloroso por quienes creen en los más íntimos rincones de la trascendencia. Y la ciudad de los grandes retos y las grandes exposiciones queda contrariada por estos agentes de la maldad más absurda.
No es tiempo, pues, de amargarse los humores internos por estos terroristas del patrimonio que, aparte, atacan lo más sagrado. En dos milenios se ha aprendido algo: y es que la fe permanece frente a los oficiadores y aquellas otras que entraban desnudas en las capillas que salieran al paso cuando la juventud se encontró a sí misma con crucifijos invertidos y toda esa parafernalia que aún nadie ha mandado al vertedero de la historia.
Conviene estar vigilantes ante estos 'grafiteros' sin Dios, que creerán cambiar el mundo dándole en lo más íntimo a un cofrade, que somos todos. Por lo demás, el disgusto puede írsenos en la lotería, que suele ser justa con quienes más han sufrido a los cafres.
Nos queda rezar, estar vigilantes y que los locales vayan más allá de la querencia confiscatoria. No hay otra. A los bárbaros se les combate así.
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